Marcapasos que se introducen en las venas y se colocan solos en el corazón sin necesidad de cirugía, medicamentos que llegan teledirigidos por un sensor biodegradable hasta células cancerígenas, medicina a la carta con ingeniería genética, fabricación de órganos humanos y prótesis en impresoras 3D, sensores colocados en pacientes de ictus, diabetes o VIH para que los controle a distancia el médico o pruebas diagnósticas con mucha mejor resolución que las actuales forman parte de un futuro de la medicina que, en algunos casos, ya se está haciendo presente y que está relacionado directamente con la ingeniería biomédica. Lo explica una de las primeras ingenieras biomédicas de Asturias, la gijonesa Beatriz Merino Barbancho, de 23 años, que el pasado junio concluyó el título de grado en Ingeniería Biomédica por la Universidad Politécnica de Madrid.

"Los médicos nos plantean el problema y nosotros tenemos que buscarles una solución", explica Beatriz Merino, que señala que las aplicaciones tecnológicas a la medicina no sólo van a suponer un avance revolucionario en los tratamientos y el control de los pacientes, sino que también van a propiciar una reducción de las listas de espera, mejorando las comunicaciones entre médicos de atención primaria y especialistas, por un lado, y mediante los sensores colocados en pacientes que evitarán que tengan que acudir a revisiones periódicas, sino sólo tendrán que ir si los datos de las mediciones a que están sometidos así lo indican.

Beatriz Merino Barbancho estudió en las Ursulinas de Gijón y se enroló en la segunda promoción de ingeniería biomédica de la Universidad Politécnica de Madrid casi de casualidad. Iba para médica, pero vio un anuncio sobre la nueva carrera y se enganchó. No se ha olvidado de la carrera de medicina, que se plantea iniciar "como hobby" en cuanto acabe el máster en ingeniería biomédica que va a realizar el próximo curso en Madrid.

Un máster con el que profundizará en conocimientos de los que ya tiene una base, como la nanomedicina, biomateriales avanzados o medicina personalizada y telemedicina avanzada. La politécnica madrileña también ofrece otro máster, similar al que se va a implantar en la Universidad de Oviedo, para titulados -fundamentalmente de otras escuelas de ingeniería- en los que se incide más en materias de biología y medicina como los que ella ya ha estudiado en la carrera.

Esta ingeniera biomédica gijonesa elogia el proyecto para implantar un máster en ingeniería biomédica en Asturias, además de destacar el gran potencial que tiene el Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA) para la investigación en las tecnologías aplicadas a la medicina. Trabajar algún día en un equipo de investigación de ingeniería biomédica en el hospital asturiano es precisamente la meta de esta joven, que rechazó trabajar en la politécnica de Madrid para completar su formación.

A la par que destaca que el HUCA es el hospital español con mayor potencial, por los medios con que cuenta, para desarrollar investigación de ingeniería biomédica, Beatriz Merino también lamenta que el centro de referencia de la sanidad asturiana no siga los pasos que ya han dado otros, en referencia al Hospital Clínico San Carlos, que cuenta con un grupo de innovación en ingeniería biomédica, del que salen "proyectos espectaculares".

Para quienes se planteen seguir sus pasos, Beatriz Merino señala que hoy por hoy sólo se imparten grados de ingeniería biomédica en Madrid (universidades Politécnica, Carlos III y Rey Juan Carlos), Barcelona (Politécnica y Pompeu Fabra) y en la Politécnica de Valencia. Se trata de una carrera que tiene más asignaturas de la ingeniería de telecomunicaciones (el primera año de ambas es común) que de medicina. Para cursar estos estudios no sólo se precisa una buena nota (el corte el año pasado estuvo en 12,07 sobre 14 puntos en su escuela), sino también "tienen que gustarte los números y tener mucha curiosidad por el cuerpo humano". Unos estudios que tienen salida no sólo en el sector público, sino también en empresas biotecnológicas y consultoras.