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La huella gijonesa de la Iglesiona en Burgos

LA NUEVA ESPAÑA visita el emplazamiento en la capital castellana del sagrario histórico de la basílica del Sagrado Corazón y del Cristo de la Paz, obra del escultor Miguel Blay

El escultor Miguel Blay y Fábrega (Olot, 1866-Madrid, 1936), autor del Cristo de la Paz -una escultura excepcional que la Iglesiona de Gijón atesoró desde 1924 a 1998-, ha vuelto a la actualidad al cumplirse el 150º. aniversario de su nacimiento y al ser objeto de una exposición monográfica en el Museo del Prado (desde el pasado 19 de abril hasta el dos de octubre del presente año).

Tanto ese Cristo de la Paz como el monumental sagrario de la Iglesiona -más otros elementos de arte religioso que pertenecieron a la iglesia del Sagrado Corazón, basílica desde 2003-, abandonaron el popular templo gijonés cuando los jesuitas lo cedieron en el verano de 1998 a la diócesis de Oviedo. A causa de unos motivos nunca explicados, la Compañía de Jesús decidió llevarse tanto estatuas propias de la historia de la Orden -las imágenes de San Ignacio de Loyola o de San Francisco Javier-,como esos dos singulares elementos, el Cristo y el Sagrario, íntimamente ligados a la historia de del templo, hasta el punto de que sufrieron los embates del asalto e incendio de la Iglesiona el 15 de diciembre de 1930, cuando fue el primer templo español que ardió en aquella época, incluso varios meses antes de la proclamación de la II República, el 14 de abril de 1931.

Y si un fuego revolucionario puso en jaque a ambos objetos, otro incendio, esta vez fortuito, en el templo de los jesuitas de Burgos, determinó que el destino del Cristo y del sagrario sea en el presente la iglesia de Nuestra Señora de la Merced, en la capital burgalesa, al borde de la ribera izquierda del Arlanzón y frente a la magna Catedral Metropolitana de Santa María.

LA NUEVA ESPAÑA ha visitado el enclave donde el Cristo de Blay y el gran sagrario con forma basilical se ofrecen al culto de los burgaleses. Ambos objetos nacieron para el templo de Gijón, de estilo señaladamente modernista (1924), pero hoy lucen en otra espléndida iglesia de un tardogótico de gran elegancia (siglos XV y XVI).

Como su mismo nombre indica, la iglesia de La Merced de Burgos fue fundada por los Padres Mercedarios, que la atendieron hasta la desamortización de Mendizábal (1836). Tras ser ocupada y esquilmada por el Ejército, en 1891 la iglesia pasó a ser propiedad de la Compañía de Jesús. El templo cumplió durante más de un siglo con su función cultual y pastoral, hasta que el 20 de abril de 2001 un incendio accidental destruyó su retablo mayor -neogótico-, fundió los tubos del órgano, abrasó las bóvedas, trituró las vidrieras y causó el derrumbamiento de la cúpula del ábside. Dos años de restauraciones devolvieron al templo a un esplendor tan brillante como el original y en ese punto los jesuitas tomaron dos decisiones: el ábside de la nave central permanecería despojado de retablo y en su lugar se colocaría el Cristo de Blay, en solitario; y, en segundo lugar, el nuevo sagrario sería el que había pertenecido al Iglesiona de Gijón. Ambos objetos se hallaban guardados desde 1998 en Villagarcía de Campos, en una residencia de los jesuitas en la provincia de Valladolid.

Con esas dos decisiones se cruzaban y entrelazaban la historia de los jesuitas en Burgos y Gijón. En efecto, el 15 de agosto de 1998, durante una misa presidida por el entonces obispo auxiliar, Atilano Rodríguez, la Compañía había entregado simbólicamente el templo a la diócesis. Tres días después, el ecónomo del arzobispado, José Gabriel García, "Pepito", -que fallecería pocos días después-, y el administrador provincial de la Compañía, Salvador Galán, firmaban la escritura de cesión en el despacho del notario Ángel Aznárez. La Iglesia asturiana recibía el templo gratuitamente, y por la residencia colindante pagaba 50 millones de pesetas.

La razón de que los jesuitas se llevaran los referidos objetos sagrados no fue económica. De hecho, en el lugar del sagrario original, la Compañía deja otro sagrario de plata y de estilo también monumental, fabricado por la casa Belloso, y cuyo coste fue de varios millones de pesetas. Por otra parte, los jesuitas no vendieron nada de aquella mercancía retirada para obtener dinero. Sin embargo, a día de hoy, responsables de la Compañía afirman desconocer todavía los motivos del traslado de las piezas.

El sagrario original había sido fabricado por la Casa Tiestos, de Barcelona, también encargada en su día de construir los púlpitos y de elaborar trabajos en metal para el templo, como arañas o candelabros. El sagrario fue descrito entonces como el de mayor tamaño construido hasta entoces en España. Su envergadura, que en Burgos se percibe con toda rotundidad al hallarse exento sobre una plataforma de piedra, es aproximadamente de un metro cúbico. Su planta es la de una basílica romana -cuadrangular-, y en su portada reproduce la fachada de la Iglesiona, cuyo gran arco de medio punto también pasó por ser el de mayor tamaño construido hasta entonces en España.

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