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ALEX LÓPEZ LÓPEZ | Empresario hostelero. Propietario del Café Mepiachi

"Los políticos tienen que cambiar, pero la mentalidad de los españoles también"

"El aroma que me proporciona mejores sensaciones es el del café, que es delicioso; al mes, en mi local vendemos entre 250 y 280 kilos"

Álex López, en Begoña.

Si tuviera que hacer una rápida descripción de él diría que es un hombre inteligente y carismático. Alec, cuyo nombre ha derivado en Álex, ocupa la actualidad gijonesa por asumir el reto de devolverle al antiguo Café San Miguel, "el Cafetón", sus glorias pasadas. Es un proyecto audaz que lleva aparejado como garantía el éxito incuestionable de su hermano mayor, el Café Mepiachi. Álex, pese a su arrolladora personalidad, se advierte que tiene todo bajo control; nunca baja la guardia, hasta el más mínimo detalle forma parte de su concepto de lo que ha de ser un óptimo servicio. Es cordial y comunicativo.

-Defínase, por favor.

-Nací en Lieja, Bélgica (1972), hijo único. Mis padres trabajan allí, pero soy gijonés desde los 10 años, donde residían mis abuelos. Soy trabajador, tenaz y muy sociable. Mis amigos son escasos, pero los conocidos innumerables. Estoy casado y tengo dos hijos, de 15 y 13 años. Me considero exigente para algunas cosas y tolerante para otras. Me gusta hacer deporte y me cuido mucho, sobre todo la alimentación, creo que somos lo que comemos.

-¿De pequeño qué quería ser?

-Futbolista. En vez de cobrar, yo habría pagado por jugar al fútbol. Incluso hoy daría lo que fuera por vestirme de rojiblanco y jugar un partido en El Molinón ante 20.000 espectadores, sólo un domingo. Es mi vocación frustrada, pero no era muy bueno. Ahora juego los lunes en Mareo con los veteranos del Sporting.

-¿De adolescente vivió algún verano sirviendo copas?

-Nunca, y ni siquiera en mi casa manteníamos ninguna relación con el gremio hostelero. Tampoco éramos de frecuentar los cafés.

-¿Luego??

-Estudié Formación Profesional en la Universidad Laboral, pero el camino de los estudios no me llamaba y me puse a trabajar. Mi padre tenía un videoclub y allí comencé a relacionarme con el mundo de los negocios, hasta que cogí un local en Pumarín, el café Guiana, sin tener ni idea del asunto; los camareros sabían más que yo. Pero me fue muy bien. Lo mantuve desde los 21 años hasta los 28. Ése fue mi aprendizaje.

-¿Y el secreto de su éxito? El de su actual local en Los Campinos es espectacular?

-Hay que ser constante, meticuloso, tener la mente abierta para captar nuevos conceptos y poder innovar. Aparte, este trabajo tiene que gustarte, y a mí me encanta. Mi mayor satisfacción es ver el local lleno.

-¿Es lo que le ha animado a enfrentarse al nuevo reto?

-Sí, el Café San Miguel es un establecimiento que hace mucho que lo tenía en la mente. Es emblemático y marca una referencia en Gijón. Haremos una remodelación para darle el ambiente del café que fue; el café es nuestro fuerte.

-Pero la copa dura es la que da más dinero?

-Sí, pero hay que hacerla bien. Poco a poco iremos creciendo. Es importante rodearse de los mejores profesionales, y si el negocio lo pide tendremos que amoldarnos. Antes, el Café San Miguel acogía la primera copa de la noche.

-Pienso que el día que la peña descubra el chiringuito de la Plazuela verá usted las claras de la madrugada.

-No soy trasnochador, pero si hace falta cambiar los hábitos? La adjudicación del chiringuito aún no está decidida.

-¿Quién ha sido su maestro?

-Mis padres. Mi padre supuso la energía y mi madre la constancia.

-¿Y su político?

-En estos momentos, ninguno. Es cierto que los políticos tienen que cambiar, pero la mentalidad de los españoles también. Ojalá no haya terceras elecciones, pero de todo esto hemos aprendido que el país funciona sin ellos, no los necesitamos. Este verano ha sido el mejor de los últimos años.

-¿Nunca ha pensado en extender su negocio a la restauración?

-Un restaurante, para que funcione bien, tiene que tener al dueño en la cocina, y yo no soy cocinero. Todos los que triunfan es porque están en los fogones, y éste es un campo que no domino.

-¿A quién sacaría tarjeta roja?

-A la gente que quedaría tuerta porque tú no vieras. Los envidiosos. A los que "se preocupan" por los demás. Lo importante es trabajar, trabajar, trabajar? No hay milagros.

-¿Se han cumplido sus sueños?

-No, me quedan algunos por cumplir, pero si tengo salud espero cumplirlos.

-¿Sufre estrés?

-No, la gente llama estrés a cualquier cosa.

-¿Qué le llena de energía?

-Ver que todo lo que inviertes en el trabajo obtiene sus resultados. Y asistir al crecimiento de mis hijos, Claudia y Adrián.

-¿A qué teme?

-A que los míos sufran problemas de salud.

-¿Qué aroma le proporciona mejores sensaciones?

-El del café, es delicioso. Vendemos al mes entre 250 y 280 kilos de café, pero del mejor. Y creo que nadie supera esta cantidad.

-¿Qué hace en su tiempo libre?

-Dispongo de muy poco. Me levanto a diario a las seis y media de la madrugada y hay noches que llego a casa a las diez, algo que mi esposa lleva con resignación cristiana. Pero voy al gimnasio, tengo entrenador personal y me ayuda a mantenerme.

-¿Qué posee como un tesoro?

-Una radio antigua que fue de mi abuelo y un buró de roble americano que me regalaron mis padres.

-¿Cómo anda de sentido del humor?

-Fantástico. Me pongo un diez. No soporto a los amargados ni a los raros.

-¿Nunca sale de casa sin...?

-El teléfono móvil y la sonrisa.

-¿Qué talento le falta?

-Me faltó el suficiente para jugar bien al fútbol y ahora me gustaría tocar el piano.

-Si volviera a empezar?

-Haría exactamente lo mismo, tratando de ser el mejor; siempre un paso por delante de los demás. Y estudiaría.

-Y si se perdiera, ¿dónde habría que buscarlo?

-En Robledo de Losada, el pueblo de León donde nació mi madre. Es precioso.

-Dígame, ¿para cuándo el Café San Miguel?

-Me entregan las llaves el día 1 de septiembre, y pienso que podremos abrir la primera o segunda semana de octubre.

-¿Qué plantilla tiene hoy Café Mepiachi?

-Contado a todos, somos 17.

-Y al menos otras 17 para el San Miguel? Tendrían que concederle una medalla.

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