En las papelerías de Gijón hace semanas que escasea la cartulina de colores. Se la han llevado toda los vecinos de Cimadevilla, que este año han decidido festejar a Nuestra Señora de los Remedios y Nuestra Señora de la Soledad como se hacía antaño: llenando las calles de adornos de papel y cartón, transformando el barrio histórico en una marejada de imaginación como hace medio siglo que no se ve. Porque ese es el tiempo que hace que se perdió una de las costumbres más alegres y vistosas de Cimadevilla, la de convertir las plazas y callejuelas en escenarios por los que pasan los personajes de un barrio esencialmente marinero y pescador.

"Antaño la gente decoraba las ventanas y las casas, había auténticos piques para ver qué calle quedaba más bonita y los pescadores subían las barcas y las redes para que el efecto fuera lo más espectacular posible", explica Omar López, presidente de la comisión de festejos del barrio. Al frente de un grupo de "una docena de personas más o menos", López se ha propuesto recuperar aquellas estampas de peces colgados de las farolas, gaviotas suspendidas en las entradas de las casas y barcas flotantes en las plazas. "Pensamos que es una tradición muy bonita que debería recuperarse", señala, y por eso él y un equipo de voluntarios de la comisión llevan un año trabajando "sin descanso, de lunes a sábado" para dar forma a motivos de adorno que ya lucen en casi todas las calles de Cimadevilla.

Hay ballenas, cofres del tesoro, bandadas de pájaros, pescadores, vendedoras de sardinas, loros y piratas y una variada colección de temas "marineros, como es el barrio alto", elaborados "con cartón y papel", aunque con un tratamiento "muy elaborado y costoso para que no se desintegren si llueve". Así, cada figura modelada en papel ha sido encolada, asegurada con cinta, pintada a mano y protegida con barniz. "Cada una de ellas lleva mínimo una semana de trabajo, con el deseo de que todo el mundo venga a visitarlas", asegura Omar López, colgando, ayer, los últimos adornos.

Además de la labor de la comisión, han sido muchos los vecinos que de manera espontánea se han sumado a la iniciativa, para la que festejos ha solicitado colaboración con carteles colocados por el barrio. "Cada uno es libre de colgar lo que quiera, siempre que sea alusivo al mar y que lleve de manera predominante los colores amarillo y azul, los de la enseña del barrio", explica el responsable de la comisión.

Para su labor han contado con la colaboración de Ángel Murias, quien llevó hace décadas las fiestas de Cimadevilla y llegó a conocer en la infancia la tradición de decorar las calles. "Era algo precioso que hacía estas fiestas especiales, diferentes a las del resto de Gijón, y por eso me parece estupendo que estos chavales la quieran recuperar", asegura mientras rememora la ingente tarea de "el chino de Cimadevilla", Chaoyo Wey, quien haciendo honor a sus orígenes se sumó entusiasta a la fiesta en aquel tiempo. "Su balcón siempre era el más engalanado, con faroles y abanicos de colores", afirma Murias.

Pasados los años, son los gijoneses más jóvenes del barrio los que quieren retomar la costumbre. Y Cimadevilla ya se ha puesto sus mejores galas. En papel de color.