El gijonés Pablo Mare pertenece a esa generación de actores formada en Asturias que apuesta, desde el entusiasmo y pese a los latigazos de unas decisiones política que han abierto las carnes de la profesión teatral, por no eludir los "berenjenales", según expresión a la que recurrió ayer. Una actitud que traduce compromiso con la vocación. Y una posición desde la que se explica su decisión de montar "El ateo", un largo monólogo dramático (ochenta y cinco minutos de echarse el escenario sobre un único hombro) que subirá mañana -en lo que él mismo llama un "reestreno"- a las tablas del Jovellanos. "Es como un maratón, hay que tener fondo", aseguró.

Pablo Mare, bajo la dirección de una Lara Herrera que acompañó ayer al actor, descubrió el texto de Ronan Noone en un bar londinense. Entonces no pudo acabar el libro, así que escribió al autor irlandés a Boston, donde este último imparte clases. El dramaturgo no sólo le envió la obra, sino que le dio los permisos para este montaje de "El ateo". Antes hubo que traducir la pieza. La especial escritura de Noone y los términos de argot dificultaron la tarea.

Noone toma la figura de un periodista estadounidense, deslizado por la trampa del sensacionalismo y del desclasamiento social. "Nunca pensé que hacer un monólogo dramático suponía tanta dificultad", señaló. Lo que encontrará el público mañana, en el Jovellanos, es un montaje distinto al que se llevó al Valey, en Piedras Blancas, hace dos años. "Pablo asume el riesgo de estar hora y media en el escenario, además de la producción (de la obra) y de una nueva compañía (MRDW Producciones)", elogió Lara Herrero. Para la directora, el personaje de "El ateo" está muy bien construido, un "caramelo".