La literatura es universal o debe serlo, sea escrita por hombres o por mujeres. Sin embargo, hay más hombres buenos escritores que mujeres buenas escritoras. ¿Cuál es la causa? Quizás sea histórica: la mujer estaba programada para otros menesteres y no era frecuente el escribir fuera de un diario personal como expresión de sus cuitas internas secretas, de su yo verdadero , que tampoco sabían expresar si se encontraban en ambientes conservadores de poca cultura o contra ella -muchas veces en contra de la mujer que se revela de sus limitadas funciones, al menos en el ámbito del espíritu-.
Sin embargo, la mujer está más unida a la naturaleza, a la tierra madre, (ella misma puede serlo), que el hombre. Es más intuitiva, va más allá de su propio cuerpo físico. El hombre se fija en un presente, realiza proyectos que sólo se llevan a cabo si todo coincide, si los números dicen sí. No se sale por la tangente, no imagina normalmente, no sabe que hay opciones por descubrir y si le vienen a la mente las descarta: hay que seguir la línea que se marcó o le fue marcada. El héroe es lo contrario. La mujer intuye, no se aferra a lo que no es vida que fluye; y se entrega, se emociona con lo que incluso no comprende y busca nuevos caminos en la encrucijada.
Emily Dickinson, escritora y poeta, fue una autora laberíntica. Cuando sufre dice, "es poesía"; cuando llora, es poesía; cuando la mente está en secano sin un especial punto de "ahora es el momento", también es poesía. Léanla que nada de ella es una obviedad. Es mujer, no tenía un camino trazado ni lo trazó: era poesía. No mejor ni peor: era de ella misma, Emily Dickinson.
Aclaro que los hombres tienen o pueden tener otras sensibilidades además de las nombradas. Pueden ser científicos, técnicos, buscadores de la verdad o filósofos. Las mujeres pueden ser grandes investigadoras también, aunque hoy he puesto el acento en la mayor dificultad de las mujeres para llegar a ser lo que pueden llegar a ser a causa de su naturaleza.
