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JUAN JAREÑO | ACABA DE OBTENER TRES PREMIOS "ANUARIA" DE DISEÑO GRÁFICO

Dispuesto a rediseñar el mundo

Autor de logos tan populares como el del Sporting o tan exquisitos como el que hizo para una obra de Fresno, este gijonés es un generador de imágenes

Dispuesto a rediseñar el mundo

Sabemos que vivimos bajo una constelación de signos desde que hace un siglo, más o menos, Ferdinand de Sausurre nos ilustró sobre el lenguaje y la interdependecia estructural de sus elementos. Hoy, cuando las imágenes (signos complejos) ocupan nuestra retina con insistencia sin precedentes en la historia de la humanidad, no hay manera de vender nada (de un humilde alfiler a un soberbio país, o al revés) sin pasar por el tamiz de las neuronas de esos profesionales a los que hemos convenido en llamar diseñadores gráficos. Los más listos, finos y creativos de ese ostensible gremio son capaces de elevar a categoría simbólica mediante un signo, un logotigo, o como quiera que bauticemos a ese resultado preciso, desde unos playeros hasta el sentimiento futbolero de toda una ciudad. Son los creadores de una iconografía contemporánea en la que la "M" amarilla sobre fondo rojo de McDonalds ha sustituido a toda aquella simbología religiosa de otra época.

Uno asocia a Juan Jareño, al que acaban de meter debajo del brazo nada menos que tres premios nacionales "Anuaria" de diseño gráfico, a esa frase que rubrica su foto de Twitter: "Si es necesario, dispuesto a rediseñar el mundo". Hay en esa advertencia, entre irónica y grandona, algo así como un emblema que le cuadra. Y es que, a la vista de los muchos trabajos firmados por este gijonés de 49 años, que compensa su notable alopecia con una luenga y cuidada barba, podemos creernos sin problema que pueda cumplir, si le dan un poco de tiempo, aquello que promete con su aviso.

Suyos son el logo que usa el Sporting desde hace un par de décadas, o la idea escultural de las "letronas" gijonesas con las que se fotografía todo quisque, por no hablar del de Emulsa. Y también otros exquisitos, menos conocidos, como los que ha hecho para la Fundación "Princesa de Asturias" ("Plántate en Asturias"), para la empresa Divisadero o para el catálogo de la última exposición de Francisco Fresno en el Museo de Bellas Artes. Los de "Anuaria" le han galardonado, precisamente, por estas tres últimas obras.

Juan Jareño se autorretrata como un "todoterreno del diseño gráfico". Y sabe que su profesión consiste en resolver los retos que los clientes (del anónimo empresario de la esquina a la institución con pedigrí) le proponen. "Cuando el resultado es incuestionable, es que lo hecho es bueno", me dijo tomando un café, mientras hablábamos de Alberto Corazón, Enric Satué, Daniel Gil y otros maestros españoles. Especialmente dotado para el diseño conceptual (a mí me gusta mucho, por ejemplo, un mupi que hizo para "Motiva" como homenaje al genio de Joan Brossa), sostiene que la imagen de un buen logo ha de contar tan sólo "lo que tiene que contar". Eso y nada más, aunque suene tautológico. Y, además, como primer mandamiento de su credo una apuesta por el "concepto". "Siempre por delante", afirma.

Gijonés del revolucionario año de 1968, es el mediano de tres hermanos con inquietudes artísticas y culturales: Cristina y Héctor. Tiene fácil el encomio de sus padres, que hace con convencimiento y gratitud. Recuerda el esfuerzo obrero que le permitió estudiar Bellas Artes en Salamanca. Y defiende una manera de entender la política como construcción de país a partir de una base fácil de entender: dar oportunidades a los que menos tienen.

Si le preguntan de dónde le viene la vocación, responde con un viejo recuerdo que conserva nítido: su padre, de profesión tapicero, dibujando sofás y tresillos. Escolar en los pupitres del Colegio Rey Pelayo, dibujaba bien. Y una de las cosas por las que disfrutó haciéndole el catálogo a Francisco Fresno es por el cariño que le profesa al pintor y escultor, profesor suyo en la Universidad Popular, esa fragua de inquietudes. Fue a la Universidad Laboral cuatro años. Y en ese tiempo empezó a preguntarse, cuando España empezaba a dejar de ser gris o marrón, según quien la mirase, por lo del diseño. Nos daremos cuenta, algún día, de cuánto se fajaron los diseñadores por traer hasta la modernidad a aquel país clerical y amordazado.

Hizo su primer logotipo cuando tenía trece o catorce años. Fue para un partido político del que nunca más se supo: Democracia Blanca, o algo así. Y ya en Salamanca, cursando segundo de Bellas Artes, se dio cuenta de que lo suyo era específicamente el diseño gráfico.

Trabajó veinte años en la empresa Cyan, al lado de Paco Currás y otros reputados currantes de un oficio en el que vales tanto como valen tus ideas. Una etapa larga en la que Juan Jareño se hizo con los entresijos de la profesión a base de trabajo, tesón, estudio. En lo peor de la última crisis económica rompió amarras y decidió que necesitaba reinventarse. Una decisión valiente, arriesgada. Así que se puso por su cuenta y abrió su propio estudio en Gijón, su ciudad. No se arrepiente.

Juan Jareño, que pasó de los fololitos y la "camisa de seda" a las virguerías que facilita el ordenador, tiene la opinión de que Asturias goza en estos momentos de bueños diseñadores gráficos ("Anuaria" premió al también gijonés Manuel Fernández). Piensa, no obstante, que el diseño español necesita una redefinición. Hay talento y creadores. Versátil, cultivador de ideas que buscan sustanciarse, sabe que el mundo es manifiestamente expresable.

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