A finales del pasado año a Juan Junquera se le acabó la paciencia con los padres del fútbol base. "Estaba en la portería y escuchaba cosas que para mí no tenían ningún sentido. Desde la grada estaban insultando al árbitro sin razón. La gente no paraba de gritar para meter cizaña e incluso tuvo que intervenir la Policía". Portero de un equipo del Llano 2000 de Primera Juvenil y estudiante en el colegio de la Inmaculada, a sus 16 años Junquera está hastiado de ver cómo muchos capítulos de violencia verbal "se repiten prácticamente cada fin de semana" en los campos asturianos. De esas experiencias tan lamentables ha querido hablar en primera persona en una carta remitida a este periódico, donde deja claro lo "cansado" que está "de escuchar insultos y amenazas dirigidas normalmente a los árbitros". Y pronunciadas por padres y madres que "creen que sus hijos acabarán jugando en los mejores equipos de Europa".

Aquel día, el del final de su paciencia, después del partido Junquera se sentía muy dolido por cómo se habían desarrollado los acontecimientos. "Salí del campo cabreado. Incluso dejé muchas cosas en el vestuario y me fui sin duchar. No me podía explicar lo sucedido porque no había pasado nada extraordinario, ni hubo demasiados desaciertos del árbrito". Pero acabó teniendo que intervenir la Policía.

Fueron aquellos acontecimientos y las recientes noticias de violencia en el fútbol base las que han llevado a Juan Junquera, motu proprio y sin la indicación de nadie, a denunciar públicamente hasta dónde ha llegado el comportamiento de los adultos en las categorías inferiores de un deporte que es "precioso". Para él, de hecho, el fútbol es algo más que un deporte, aunque no pueda compartirlo con sus padres en la grada "porque a ellos no les gusta la tensión que se genera".

Comenzó a practicar con el balón a los cuatro años. Tras pasar por el TSK Roces, "donde estuve ocho temporadas" y por el Codema, entró a formar parte del Llano 2000. "El fútbol te convierte en persona, que es mucho más importante que cualquier otra cosa", sentencia.

Un impulso le llevó a escribir sus reproches contra lo que se vive en los campos de Asturias, y con escepticismo "porque sólo tengo 16 años", lo envió a LA NUEVA ESPAÑA sin mucha confianza en que fuera publicado. Pero se equivocaba porque no suele haber muchos jóvenes que quieran denunciar los malos comportamientos que en tan mal lugar están dejando al fútbol infantil y juvenil. "Es importante acabar con este hábito", insiste y cuenta que en no pocas ocasiones "la culpa de una bronca no hay que buscarla en el campo, es de los padres, porque los jugadores en cierto modo se comportan mejor por el hecho de que pueden ser expulsados". Muchos progenitores, dice, "deberían cambiar su mentalidad y dejar a sus hijos que se diviertan". Pero es difícil porque "hay familias que piensan que su hijo va a ser deportista profesional". A él esos modos le enfadan. Tanto como el hecho de que "quieran hacer de entrenadores y directivos, cuando en el fondo son solo padres".

Juan Junquera tiene muy claro para qué practica fútbol: "si a los diez años no juegas en la Selección Española o en los equipos autonómicos deberías jugar para disfrutar y no para llegar a ser profesional". Una lección que bien deberían aprender las familias de algunos compañeros, pues "al menos un padre de cada diez cree que su hijo llegará a estar en el Sporting".

Junquera también avisa: todos los comportamientos indeseables de un padre se reflejan en los hijos. "En algunos casos dicen a los jugadores 'pide a tu entrenador que te ponga de esta posición y si no es así cabréate'", incitando a la bronca en el vestuario. Flaco favor al deporte. Afortunadamente hay quienes, como Junquera, hacen pública su vergüenza.