Hay días en que se siente frágil y el dolor la recluye en su casa de la periferia de León, a solas con su creatividad en pie y el desabrimiento físico. La de ayer fue una de esas jornadas, así que no pudo viajar a Gijón para presentar "El cuerpo expuesto", la perturbadora serie de 31 imágenes que el Museo Evaristo Valle inaugura hoy. Autorretratos de una transformación corporal por los efectos insidiosos de la acromegalia. "La cámara fotográfica se dio cuenta antes que yo de la enfermedad", explica por videoconferencia, antes de subrayar que las fotos de esta exposición indagatoria (puede verse como la pesquisa de las alteraciones del propio organismo) están en el extremo de una década de silencios médicos y peregrinaciones por las salas de los especialistas.

"Empecé a fotografiarme desde el año 2012 al 2014, mientras el cuerpo crecía y menguaba; el propio cuerpo se convirtió en mi 'performance'", relata Miriam Vega, leonesa de 1980 que ha llamado la atención por la intensidad de sus imágenes desde que, superado el pudor, mostró por primera vez "El cuerpo expuesto", hace casi dos años, en el Centro Leonés de Arte. Su trabajo, en el que se pueden ver analogías con el de la fotógrafa estadounidense Francesca Woodman (otra exploradora de la corporeidad), es la expresión ("balbuceo", dice ella) de un dolor. Y también de una protesta de los huesos y la carne en sus mutaciones.

La acromegalia es una enfermedad crónica, de las consideradas raras, que está causada por un trastorno de la hipófisis. Crecen, por ejemplo, la mandíbula inferior y las extremidades. Cuando se produce antes de la pubertad se la llama gigantismo. Miriam Vega mide 1,56 metros. Se dedicaba a las artes escénicas. Utilizaba una cámara fotográfica para captar algunas de sus "performances". Y así fue cómo descubrió esa metamorfosis sobre la que ha puesto el foco en busca de una recomposición de la identidad.

La exposición, comisariada por Araceli Corbo (es responsable de documentación del MUSAC), está divida en cuatro espacios. Miriam Vega ofrece en "El cuerpo expuesto" una variedad estilística (incluida la imagen de filiación gótica o surrealista) que aplica al tratamiento visual de distintas partes de su cuerpo (dedos, nariz, pechos...). Son imágenes de un metro por un metro, aproximadamente, y en blanco y negro. Junto a una bata colgada de la pared, algunas citas alusivas. Por ejemplo, esta reflexión de Spinoza: "Nadie sabe lo que puede mi cuerpo". Y en los baños del Evaristo Valle, una instalación: la voz de la fotógrafa, palabras escritas con un lápiz de rouge en el espejo, cucharas de madera y vendas.

Araceli Corbo contó cómo conoció a Miriam Vega, sus primeras fotos publicadas en Facebook, y cómo después de olvidar una desconfianza inicial pasó a animar a la artista a que expusiera esas imágenes: "No utiliza el arte como terapia, sino que forma parte de su vida". Relató la comisaria que la fotógrafa está ahora escribiendo un libro y trabaja en una nueva serie. El arte como manifestación de una experiencia que se vive desde los márgenes que suele habitar la enfermedad.