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LUIS VEGA DE LA MATA | Barbero y peluquero

"Un día vino Severo Ochoa y quedó tan contento que siempre le corté yo el pelo"

"Esto es como un confesionario, el peluquero es el primero al que la gente le cuenta sus problemas y tenemos que ser un poco psicólogos"

Luis Vega de la Mata, en su negocio herramientas en ristre. JUAN PLAZA

Es un hombre enamorado de su profesión, y un clásico en un oficio que ha pasado en los últimos tiempos por las más insospechadas extravagancias. Pero él se resiste, e insiste en hacer las cosas lo más perfectas posibles, siguiendo discretamente las tendencias de la moda. Al frente de su establecimiento en la plaza de Europa, Luis Vega no baja la guardia y presume de la fidelidad de su clientela. Es paciente, buen conversador, y discreto.

- Dígame quién es.

-Nací en Cangas de Onís (1959), segundo de cuatro hermanos. Soy trabajador, sociable y muy profesional. Estoy casado y tengo un hijo; mi mujer me ayuda en el negocio ya que ella se ocupa de la sección de señoras. Yo llevo 44 años en este sector, y concretamente, aquí, en la Peluquería Plazza, 20 años.

- ¿Sabe que tiene usted nombre de insigne oculista?

-Sí, pero no vengo de esa rama. Mi padre era de Margolles y mi madre de Zardón, ambos pueblos pertenecientes al concejo de Cangas de Onís. Conservo la casa de mi padre, y la disfruto todos los fines de semana. Él era carretero y presumía de tener la mejor pareja de bueyes de la zona, pero cuando yo tenía siete años toda la familia se trasladó a Gijón. Mi padre entró a trabajar en la Constructora Gijonesa y después en la Fábrica de Loza, hasta que se jubiló.

- ¿Usted, por qué escogió es ta profesión?

-Las circunstancias me obligaron, a los trece años, a abrirme camino. Siempre me habían llamado la atención las barberías, y decidí prepararme para ello en los Hermanos Blanco. Trabajé por cuenta ajena mucho tiempo, hasta que decidí establecerme por mi cuenta.

- Fígaro, el barbero, era crítico con sus clientes, ¿y usted?

-Hay un poco de todo, pero abunda más la gente maja. Severo Ochoa solía decir que ésta es una profesión que invita a la fidelidad.

- ¿Cómo es que viviendo en Luarca, Severo Ochoa venía a cortarse el pelo a Gijón?

-Él tenía unas sobrinas que vivían en el barrio del Carmen, y un día llamaron a la peluquería donde yo trabajaba, la de los Hermanos Blanco del Muelle, diciendo que iba a ir un señor, y me tocó a mí atenderlo. Quedó tan satisfecho, que durante nueve años siempre que venía de Madrid era yo quien le cortaba el pelo. Hasta que se rompió la cadera. Yo le llamaba "el profesor". Tengo un buen nivel de personalidades en mi haber, como Arturo Fernández, Tony Isbert, políticos, empresarios? Pero lo de Severo Ochoa fue algo muy grande. Durante los 28 años que vivió en Nueva York tuvo un peluquero italiano, pero me decía que "como tú nadie". Era muy cercano.

- Veo que conserva útiles de la antigua barbería, pero le falta la bacina?

-Sí, sería interesante conservar una, pero hoy los sistemas han cambiado. Tengo un sillón del siglo XIX, era de una peluquería de La Felguera, y dicen que cuando Franco venía a pescar alguna vez se sentó en él.

- ¿Ya no se afeita nadie a navaja?

-Sí, es lo tradicional, pero cuando comenzó el Sida, Sanidad prohibió la navaja, cambiándola por cuchillas desechables. Esa clientela escasea, pero ayer hice dos afeitados y hoy tengo uno para José Antonio Hevia Corte. Es como darse un homenaje, un lujo; les pongo toallitas calientes, los mimo?

- Navaja barbera en ristre, ¿no entran tentaciones de rebanar a un impertinente?

-No, a lo largo de mi vida no he tenido malos quereres, sino mucha paciencia. Mis clientes saben que están en buenas manos y protestan muy poco.

- ¿Ha afeitado a alguna mujer?

-No, nunca di con una barbuda.

- ¿Usted, con qué disfruta?

-Con todo, me apasiona este mundo de la peluquería, y me gusta lo difícil.

- ¿Qué me dice de las extravagancias de los jóvenes, de los futbolistas??

-Eso es trabajar haciendo las cosas mal. Hace 40 años esas modas eran impensables. Esos clientes no vienen aquí; ésta es una peluquería tradicional. Empezaron con las coletitas, las crestas, y ahora se ve de todo. Yo tuve un alumno que era un rockabilly y había que dejarle un tupé, pero eso comparado con lo de ahora? Los chicos del 74, 76, sufrieron el boom del pelo largo y todos los fines de semana iban a la peluquería.

- ¿Y las rastas?

-No sé de dónde vino esa moda, dan aspecto de sucios? No lo veo bien.

- ¿Quién es su enemigo, los piojos o los calvos?

-Los piojos no son insectos dañinos, sino molestos. El piojo pone le huevo y luego se muere. Yo no le doy importancia aunque sé que es un problema social. Nunca fue mi enemigo. Y los calvos menos todavía; vienen a menudo a la peluquería a cuidar lo que les queda, necesitan más arreglo y les suele preocupar su imagen.

- De no ser peluquero, ¿en qué le hubiera gustado trabajar?

-En algo manual, como la mecánica, la carpintería, la electricidad. En una palabra, me atrae la artesanía.

- ¿Sabe escuchar?

-Sí, esto es como un confesionario. El peluquero es el primero a quién le cuentan los problemas y tenemos que ser un poco psicólogos, además de asesores de imagen. La gente cuenta muchas historias.

- ¿Y da consejos?

-Pocos, prefiero quitarles importancia a sus preocupaciones.

- ¿Que teme que le entre por la puerta?

-La gente de mal aspecto. Sólo eché a uno que además de mal aspecto tenía malos modos. Y dije que no a otros.

- En resumen, ¿conoce la vida y milagros de todo Gijón?

-Más o menos. Llevo 44 años en este oficio, y siempre en buenas peluquerías y con buenos compañeros, y es raro que no se sepan cosas.

- ¿Sufre estrés?

-Me preocupo... Durante la crisis sufrí, pero me dio el médico una pastilla y lo superé. Quiero que todo funcione bien.

- ¿Quién es el cliente ideal?

-El que viene cada quince días; de esos tengo muchos.

- ¿Tiene color político?

-En el trabajo, no, y en el salón tampoco. Pero yo sí, lo tengo.

- ¿Se habla de ella, de la política como el tema preferido?

-Sí, mucho, y también de fútbol. Yo soy sportinguista y merengue.

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