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Los últimos expropiados de El Arbeyal resisten con los derribos en marcha

"De aquí no marcho aunque venga el juez, amárrome", señala Violeta Suárez, única vecina de la zona, en la que aún queda una empresa activa

Dos de los trabajadores de Mármoles Santa Olaya, en plena faena. ÁNGEL GONZÁLEZ

"De aquí no marcho aunque venga el juez, amárrome. Yo voy encadenarme y que nos vengan con la pala a echar". Violeta Suárez, última vecina de la zona incluida en el Peri de El Arbeyal mostraba así su determinación a no dejar la casa en la que nació hace 72 años. Es uno de los tres expropiados que se resisten. Los otros dos son industriales dueños de sendas naves, una de ellas aún con actividad, la de Mármoles Santa Olaya.

Inmersos en una batalla judicial para elevar el precio de las expropiaciones, ayer consiguieron evitar que la empresa que está realizando las demoliciones cortara el paso en la calle Pachín de Melás, donde están. La calle ha quedado parcialmente abierta, mientras las demoliciones se centran ahora en la retirada de techos de uralita (amianto) en varias naves del Camino del Lucero. Se han reanudado los trabajos de demolición que se habían iniciado el 3 de julio.

"Tendrán que darnos un plazo para marchar o arreglarnos; mientras esté esto funcionando no nos pueden cerrar, tienen que dejar paso por si viene alguien a encargar algo", explica Eleuterio García, propietario de Mármoles Santa Olaya, quien señala que anteayer acudió a su empresa el último cliente para encargar una lápida.

La Junta de Compensación del Peri está controlada por Solvia. En el mismo se prevén levantar 200 viviendas. El Club Natación Santa Olaya, el Ayuntamiento y varios propietarios de naves también están integrados en la Junta.

Los afectados han colocado pancartas de protesta. Violeta Suárez, dueña de una casa con una parcela de 750 metros cuadrados, apunta que "yo nací aquí, tengo un marido enfermo, de infarto, y querían mandarnos para la Campa Torres. Si quieren echarme, que vengan las palas y me lleven, porque ya estamos para el desguace. Tengo mis pitinas y una vida entera y me mandan para la Campa, al Muselín o a un piso que hay que arreglar y no nos dan dinero para ello. Es Goliat contra David, el banco es el que tiene el dinero y no hay tu tía".

Esta mujer recuerda que a su padre ya lo expropiaron para ampliar el acceso al Club Natación Santa Olaya "y ahora a mí pásame lo mismo".

Mármoles Santa Olaya es el último negocio que permanece abierto en la zona, donde se estableció hace 34 años. Eleuterio García, explica que "nuestra protesta va dirigida a la Junta de Compensación, al Ayuntamiento y al Banco Sabadell, los que consideramos que con abuso de poder se unieron para quitarnos lo nuestro para dárselo a otros y hacer su negocio".

Lo que ofrecieron a este pequeño empresario fue "una nave en Roces, abandonada totalmente". Recuerda que otras dos empresas que aceptaron trasladarse a Tremañes ya han cerrado. En la marmolería trabajan su hija Estefanía y otros cuatro trabajadores. Ayer colgaron en la fachada una pancarta que dice: "Por una expropiación injusta, obreros a la calle para pisos de lujo". En esta zona "hablan de vender los pisos a 300.000 euros", señala el empresario. El propietario de la antigua nave de un laboratorio farmacéutico es el tercer expropiado que no se conforma.

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