En 1932 daba servicio a 800 teléfonos automáticos de Gijón. En 1964, con el sistema "rotary", se llegaba a 13.800 hogares gijoneses. Y en 1984 se alcanzaba el punto de máximo esplendor con 20.000 teléfonos conectados a la red de cobre del centro de Telefónica de la Calle Corrida. Hoy, los 2.600 metros cuadrados del edificio histórico viven la transformación digital y la nueva era de la telefonía. Apenas 3.000 hogares gijoneses siguen enganchados a la red tradicional de cobre, ya que el resto lo hacen por medio de la fibra óptica, una nueva generación que ofrece mayores prestaciones, menos averías y más y mejor servicio. Pero la historia de la telefonía en Gijón siguen pasando, aunque ya de forma muy menguada ya, por un edificio que la compañía adquirió en 1927.

Cerca de 400 personas podrán disfrutar durante la Noche Blanca, el próximo viernes 29 de septiembre, de los entresijos de un edificio que aún conserva el aroma tradicional de la comunicación. "La tecnología también es arte, y qué mejor forma de enseñar la historia de la telefonía en una noche especial", señala Paula Beirán, directora de Telefónica en Asturias, que recuerda además que de inicio se ofreció la posibilidad de realizar esta visita a 300 personas, pero que al agotarse el cupo en apenas 24 horas, se aumentó en un centenar más.

El edificio, situado delante de plaza del Carmen, y que mira hacia un lado a la calle Corrida y al otro hacia Libertad, empezó a construirse tras adquirir la empresa de telefonía en 1927 dos casas de planta baja, de dos solares diferentes, que tenían incluso jardín en pleno centro de la ciudad. Ahora, desde hace un año, se encuentra en venta, conscientes que las líneas por cable de cobre tiene caducidad, y las centrales de Pumarín, Simancas y Cuatro Caminos permiten ya absorber todo el servicio de la ciudad.

Porque el cobre, cuyos cables son mucho más gruesos y requieren un mayor mantenimiento, dan servicio a unas 2.400 líneas, por las 16.000 que pasan por la fibra óptica. Lo cierto es que la tecnología del futuro permite aumentar de forma incalculable la velocidad de la red, y también los servicios. "El cobre ya no da más de sí, se pasó de transmitir solo voz, a internet y televisión. Ahora con la fibra se llegará en un periodo muy breve a un gigabyte, el doble de los 500 megas que ya se ofrecen, y algo impensable cuando hace veinte años nos enganchábamos a internet con un mega y con el módem", destaca Celso Díaz, responsable de operaciones de Telefónica en Asturias.

El edificio conserva aún el encanto de apreciar el repartidor urbano de comunicaciones. Unas estanterías donde antiguamente las operadoras -recordadas ahora en la serie televisiva "Las chicas del cable"- enganchaban de forma manual las comunicaciones, y donde ahora se siguen manteniendo los 3.000 cables de cobre, con color azul y negro solo para los servicios de voz, y con el amarillo y azul para los que tienen televisión y fibra, aunque yo todo funciona de modo automático. "Cuando alguien contrataba un servicio se enganchaba por un lado a un cajetín, que se asociaba a las calles y los edificios, y por el otro al servicio requerido, y así cuando nos llamaban para averías, se revisaba el cable y se encontraba el error. Ahora con la fibra todo eso ha pasado a la historia", explica Díaz.

Otro de los encantos es apreciar dos salas con las que se podría mantener el servicio en caso de apagón eléctrico. Hasta en una grave emergencia se podría disponer de servicio de teléfono e internet, porque en una sala se guardan baterías de plomo ácido; y en otra un motor diésel de 1.200 caballos, junto a un bombona de 1.000 litros, que podría mantener el suministro durante quince días.

Lo que los visitantes disfrutarán durante la Noche Blanca es de un espacio y una maquinaria que han sido vitales durante décadas para acercar millones de conversaciones entre los gijoneses, que ahora guardan aroma de reliquia, y que ven como el paso del tiempo y revolución tecnológica las ha convertido casi en arqueología.