"Lo primero que hice al llegar fue ir corriendo a mojar los pies en mi playa querida". Los ojos de María del Carmen Rodríguez se inundan mientras habla. Llevaba sin pisar España desde que, en 1962, con 13 años, tuviera que dejar su Gijón natal. "Yo no quería, pero tuve que irme con mis padres a Argentina, fue muy duro", rememora. Ayer, décadas después, fue recibida en el Ayuntamiento de su ciudad, Gijón, junto con una quincena de mayores que visitan España gracias al programa "Añoranza" del Principado.

La suya es una historia de tantas. Una familia gijonesa que tuvo que emigrar en busca de una vida mejor. Ella la encontró en Rosario, donde le esperan sus seis hijos, veinte nietos y tres biznietos a los que no deja de enviar fotografías. "Ya llené una memoria entera y tuve que comprar otra", asegura Rodríguez, sonriendo, "ellos quieren venir, buscar trabajo y quedarse a vivir". La gijonesa se reencontró en su ciudad con sus tíos que "no se lo creían" y quienes le regalaron unos relojes que pertenecieron a su abuela. "Estoy en un sueño", enfatiza, "pido a mis compañeras que me pellizquen por si me despierto y sigo en Rosario".

Junto a ella, el otro gijonés de la expedición, José Luis González, quien coincide en que "lo que más echo de menos es la playa". Sin embargo, lo primero que hizo al llegar a Gijón fue "ir a comprar una camiseta del Sporting

"Al bajar del avión, un gaitero nos estaba esperando tocando el himno de Asturias. Todos nos pusimos a llorar, fue bárbaro", asegura González, "es algo que uno siente muy adentro y que no se puede olvidar". Una emoción que sintió también al ver la Virgen de Covadonga, cuya imagen tiene en Argentina porque "mi madre se la llevó con ella". "Nunca vi unos paisajes más hermosos, hay que estar acá para sentirlo", arguye.

La mayor pena de González está en no haber podido contactar con su hermana, de la que perdió el rastro tiempo atrás y "no poder haber ido a El Molinón". Pero tanto uno como otra lo tienen claro: "Tenemos la esperanza de volver" a una ciudad que les vio nacer y ayer, décadas después, los recibió con los brazos abiertos.