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ALEX ZAPICO | Fotoperiodista

"Más importante que la foto es saber qué historia hay detrás de esa imagen"

"La única manera de evitar en Haití la muerte es la ayuda de emergencia"

Alex Zapico, ayer, en la presentación de "Haití en el camino". MARCOS LEÓN

El fotoperiodista gijonés Alex Zapico (1976) practica la mirada humanista. Más que la impactante imagen de muerte y sangre, busca comprender. Ha tocado la médula de numerosos conflictos y devastaciones. Inauguró ayer en el Antiguo Instituto una exposición en la que muestra qué es lo que sigue ocurriendo en Haití.

- ¿Qué es "Haití en el camino"?

-Un trabajo con el que intentamos plasmar la situación que vive el país desde el 2010. ¿Qué ha pasado? Un terremoto brutal que ha desestructurado el país. Y, a partir de ahí, una serie de huracanes que han complicado más la vida de la gente. Hay un millón de personas que no tienen medios para subsistir. A lo que se añade una gran delincuencia, carreteras intransitables y lugares a los que apenas pueden llegar las oenegés. Nosotros recorrimos, precisamente, zonas de montaña donde casi no ha llegado ayuda. Y otras de costa a las que llegan los barcos con esa ayuda humanitaria. Al no existir apenas estado, es la ONU quien pone los medios para esos repartos. Y en la exposición aparece también el drama del cólera, una enfermedad contra la que está muy implicada la Agencia Asturiana de Cooperación al Desarrollo.

- ¿El cólera se ha convertido en un problema añadido?

-Sin duda. Es una muerte silenciosa. Se propaga en cuatro horas. No hay pozos de agua saludables.

- Usted sostiene que es muy importante la llegada de ayuda de emergencia...

-Lo mejor es que llegue ayuda al desarrollo, fundamental para hacer estructura de país. El problema es que Haití es un estado que no funciona. La única manera de evitar una muerte segura, de vivir el día a día, es la ayuda de emergencia. La ayuda humanitaria necesita de oenegés locales que gestionen los medios que tú envías. En Haití no las hay; tienes que ir tú con todo.

- ¿Cómo ha impactado el país en su mirada de fotógrafo?

-Me ha marcado ver familias que no habían recibido aún ninguna ayuda, personas que vivían en zonas que seguían abandonadas quince o veinte días después del último huracán; en fin, gentes con disentería, con las piernas rotas... Es un país muy envejecido. Los jóvenes se van a la República Dominicana para "saltar" a Estados Unidos. Y, luego, es un país con una tremenda inseguridad. A partir de las cuatro o las cinco de la tarde, la ONU prohíbe el transporte por carretera.

- ¿Qué mueve a un fotorreportero para ir a un país como Haití?

-Trabajo sobre la realidad, no hago posados. Soy un fotógrafo raro: llego a un sitio y no disparo la cámara, espero. El noventa y nueve por ciento de mis fotos están, de alguna manera, autorizadas por quienes salen en ellas. No llego a un poblado y me pongo a disparar; espero, charlo, tomo algo con ellos y, muchas veces, son ellos mismos los me piden que les haga una foto. Por eso mi trabajo sobre el terreno lleva mucho tiempo. Posiblemente no tenga las mejores fotos, pero es que tampoco las quiero tomar; lo que a mí me gusta es la complicidad. ¿Qué me lleva a esos sitios? Pues que hay muchas historias por contar y por acercar a los ciudadanos. (Ryszard) Kapuscinski decía que era necesario contar todo eso para que no podamos decir que no lo sabíamos.

- Lo suyo, por lo que dice, no es la foto robada...

-No, no me interesa. Me preocupan la historia y sus personajes. Si no hay complicidad con el retratado, no tomo la foto. Quiero estar allí y ser parte de la historia.

- ¿Cuál es la tarea de un fotoperiodista en un mundo de tragedias sucesivas?

-Retratar la realidad con la menor manipulación posible, porque hay siempre algo de manipulación: tu misma presencia. No quiero hacer fotos de las que no conozca la historia. De todas las personas que salen en mis fotos, tengo una historia. Más importante que la foto, es saber qué hay detrás de esa imagen.

- ¿Qué ha ido marcando su trayectoria como fotoperiodista?

-Empecé en Chiapas, en 1997, cuando la revolución zapatista. Veía que, cuando disparaba, los militares se apartaban y dejaban en paz a los indígenas. Me di cuenta de que la cámara era un arma. Publiqué aquel trabajo, así que fui hilando historias: Afganistán, donde fuimos los primeros en entrar en la cárcel de Mazar i Charif y lo publicamos en LA NUEVA ESPAÑA; después vino Irak, Angola o Siria, donde fotografié a las víctimas del ISIS.

- ¿Y los próximos proyectos?

-Me interesa mucho Colombia, donde ya cubrí la guerrilla. Y, después de cinco años, quiero volver al Sáhara o a Malí, donde también estuve. Tengo pendiente, además, un trabajo sobre los retornados a Senegal.

- ¿Cómo prepara los viajes?

-Hay un equipo de gente que trabaja conmigo. Viajo solo, pero hablo en plural porque están todas esas personas que me apoyan. Buscamos la financiación porque es difícil que te llame alguien para contar historias de este tipo. Me interesan mucho, además, los temas relacionados con la memoria histórica y tenemos en marcha un trabajo sobre sastres y trajes.

- ¿Cómo sabe cuándo está ante una buena foto?

-Lo sabes. Cuando tengo esa imagen, no hago más fotos.

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