Se aproxima la festividad de San Blas y con ella a Jove le sale la vena pastelera. Ayer una treintena de vecinas del barrio pasaron la tarde envolviendo más de 600 kilos de rosquillas, que se venderán después de la procesión del próximo sábado. La iglesia se convirtió durante tres horas en un improvisado obrador, con Víctor Pando, tesorero de Cáritas en Jove, al frente: "Este año tenemos más ayuda que nunca". Y como en pocas ocasiones, entre tanta mujer hubo algún hombre. Fue el caso de Luis Ángel Álvarez, que por primera vez se animó a echar una mano a su parroquia.

Otras, como María Isabel "Maruja" Suárez, Carmina Requejo, Carmen Triver, Conchita Antuña o Rosa Mari Mediavilla ya son unas veteranas en esto de empaquetar rosquillas por San Blas. Algunas de ellas llevan casi diez años colaborando. "Son muchos dulces y se necesitan muchas manos", decía Conchita Acuña en medio de un rico olor a anís. Y muchas manos hubo precisamente ayer para manejar bolsadas y bolsadas de galletas sobre un mantel de cuadros azules y blancos. "Los kilos, unos 600, son los mismos que otros años", señaló Víctor Pando.

Todos ellos serán vendidos el sábado en honor a San Blas, patrón de los enfermos de garganta. La misa se celebrará a las 12 horas y será oficiada por el cura José Manuel Álvarez. Tras la homilía saldrá la procesión -"si el tiempo nos lo permite, ya que dan lluvia", puntualiza Pando- por los alrededores del templo parroquial y se dejará a los devotos besar la reliquia del santo. Lo cierto es que cada año, San Blas concentra a más fieles en Jove. La creencia tradicional es que las rosquillas, tras ser bendecidas, tienen capacidades curativas para la garganta. Pero muchos reconocen que las compran sencillamente por su rico sabor.