El cuchillo que causó la muerte, en marzo de 2016, de la gijonesa Silvia Hernández, tenía restos de ADN de la víctima y del principal acusado, Celestino G. V. -que se enfrenta a penas de cárcel que van desde los 22 años hasta la prisión permanente revisable-. Con una salvedad: el ADN encontrado en el filo pertenecía mayoritariamente a Silvia Hernández, mientras que el ADN del mango era, de forma muy mayoritaria, de Celestino G. V. Una máxima que el principal acusado justifica diciendo que "limpié el cuchillo tras el forcejeo" que causó la muerte a Silvia Hernández.

El fallecimiento se produjo, según el dictamen forense, por un fallo cardíaco derivado de una hemorragia interna. La mujer tenía dos heridas por arma blanca en el costado izquierdo, de 1,5 centímetros de longitud y hasta cinco de profundidad, con trayectoria oblicua, descendente y de fuera hacia adentro. La primera de ellas, bajo la axila, llegó a afectar al pulmón, aunque de forma muy somera, sin posibilidad de haber producido daños importantes, como aseguraron los forenses.

La segunda, la que finalmente provocó su muerte, se produjo bajo la mama. Un pinchazo que afectó a la costilla número ocho y que llegó hasta el estómago de la fallecida, causándole una incisión de siete milímetros de longitud, por donde se comenzaron a derramar los jugos gástricos, que entraron en contacto con la sangre.

"No causó directamente la muerte, pero sí lo hizo a posteriori", analizaron los forenses, "la pérdida larga y lenta de sangre produjo que el cuerpo activase unos mecanismos por los que añadió a la red sanguínea otros líquidos presentes en el organismo para mantener la presión del riego. Un mecanismo que no fue suficiente, al perder sangre durante varias horas, por lo que cuando la presión fue demasiado baja, el corazón dejó de bombear", lo que causó el deceso. Por lo tanto, los forenses estiman que la mujer podría haber salvado su vida de haber recibido asistencia sanitaria.

La incisión en el estómago, que se produjo alrededor de una hora después de la cena que ambos compartieron la noche del sábado -ya que los alimentos aún estaban sin digerir y no consta otra ingesta posterior-, tuvo que producir dolor a la fallecida. "Se debió quejar", afirmaron los forenses, entendiendo que quizá la medicación que habitualmente tomaba la fallecida -ansiolíticos y antidepresivos principalmente- pudo paliarlo en cierta medida. Además, al no haber excesivo sangrado externo "puede que no fueran conscientes de la gravedad de las heridas".

Los forenses estiman la hora de la muerte entre 6 y 12 horas antes del levantamiento del cadáver, que se produjo alrededor de las 7:30 horas del lunes.

Ningún miembro de la pareja tenía droga en su organismo y, en el momento de los hechos, "el acusado no tenía anuladas sus capacidades por la ingesta de alcohol", aún teniendo dependencia de la sustancia. Hoy se prevé que se pueda conocer el veredicto del jurado.