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El DNI gijonés sopla veinte velas: historia de la tarjeta ciudadana

La tarjeta se ha convertido en dos décadas en la gran vía de entrada a todos los servicios municipales, con millones de usos, y toda una seña de identidad local

Un hombre muestra dos modelos de tarjeta ciudadana y un folleto que anuncia la nueva app de Gijón. | | JUAN PLAZA

El Ayuntamiento no para de celebrar cumpleaños. Treinta años ha cumplido el Palacio de Deportes de La Guía, cuarenta el Patronato Deportivo Municipal, otros tantos la Fundación de Servicios Sociales... La tarta del próximo cumple ya está en elaboración pera las 20 velas que se pondrán sobre ella las van a soplar todos los gijoneses. ¿Qué no? Abra su cartera o meta mano a su bolsillo. ¿A qué está ahí? Sí, es la tarjeta ciudadana. La llave de entrada a todos los servicios municipales, un monedero rectangular plastificado y el DNI gijonés.

En unos días se cumplirán dos décadas desde la emisión de las primeras tarjetas ciudadanas. Los primeros diez dígitos fueron para los miembros del equipo político y técnico que impulsó un proyecto pionero a nivel nacional –la mayor parte de ellos ya lejos de la Casa Consistorial–; luego saldría un paquete de seis mil hasta alcanzar las 40.000 tarjetas en una fase inicial de lanzamiento. Sólo podían ser usadas en bibliotecas, piscinas y los autobuses.

Ahora mismo el cómputo de tarjetas emitidas ronda las 360.000 –lo que no supone que todas estén activas ya que no se dan de baja–y pocas son las gestiones municipales que no puedan hacerse con ella. Se puede acceder a una bicicleta pública o entrar gratis en los museos locales. Se puede usar para obtener un volante de empadronamiento o para consultar los datos censales. Se puede pagar una multa o apuntarse a un cursillo de la Universidad Popular. Las cifras son claras. La tarjeta ciudadana –que es tanto para personas físicas como jurídicas– registra algo más de un millón de usos al mes. Y en ese número no están sumados los miles de usos al día que le dan los empleados municipales. Para ellos su tarjeta ciudadana es con lo que abren la puerta de la oficina, con lo que fichan la entrada al trabajo o con lo que registran haber hecho una fotocopia.

Beatriz Meana con su tajerta en la parada del bus de la Cota de Leche.

Gijón se “inventó” su tarjeta ciudadana y con ello generó una experiencia pionera en España, por la que recibió varios premios internacionales y que fue analizada, y copiada, en otros municipios. Los políticos y técnicos que estuvieron en su nacimiento encontraron referentes en algunos países del Norte de Europa, en Reino Unido y, a menor escala, en ciudades españolas como Alcobendas y Palma de Mallorca. Pero nada igual a lo que acabaron generando. De hecho, antes de llegar a donde se llegó, el Ayuntamiento tanteó la opción de que fuera una tarjeta vinculada a una entidad financiera, como habían visto hacer en otros municipios, o de generarla de la mano de la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre. No cuajó. Así que la decisión final fue generar una tecnología propia a través de una tarjeta sin contacto. Algo que desde un presente donde se puede pagar una compra con el reloj que se lleva en la muñeca puede parecer poca cosas pero que entonces era de lo más innovador y osado. Ese sin contacto no limitaba incorporar nuevos servicios en el futuro al tiempo que interactuaba con lo que ya tenía el Ayuntamiento.

Implantar la tarjeta ciudadana como herramienta de relación de los vecinos con su Ayuntamiento y de encuentro entre el mundo físico y el virtual obligó a movilizarse y coordinar el trabajo de muchas personas y de todos los servicios municipales. Una colaboración que sigue. De hecho, que todos los servicios involucrado fueran de gestión municipal, aunque fueran empresas independiente como lo son las de transportes, aguas y medio ambiente, fue una de las razones de que en Gijón saliera adelante algo que no resultó viable en otros sitios.

La facilidad de uso, la gran cantidad de servicios a los que permite acceder y su universalidad convirtieron la experiencia en un éxito desde el punto de vista de la ciudadanía. De dar carácter masivo a la operación se encargó el transporte público y es que el pago del autobús genera el 90% de esos millonarios usos.

Pero, además, la tarjeta ciudadana se ha convertido en un elemento identitario para los gijoneses. Un estudio elaborado hace unos años por la firma Indra concluía que lo gijoneses se sentían más que identificados con su tarjeta ciudadana. Se sentían orgullosos. Técnicos del área de comunicación del Ayuntamiento se encontraron con el ejemplo perfecto en el lugar más inesperado: un programa de televisión que recorría las cárceles del mundo buscando españoles. En una de Colombia un joven mirando a cámara insistía en “de Gijón, soy de Gijón” mientras le enseñaba la tarjeta ciudadana al periodista para confirmárselo.

Geli Becerril a punto de hacer una gestión en un cajero ciudadano . | Juan Plaza

Aunque no todos los usuarios son gijoneses. El hecho de que no se exija estar empadronado hace que la tengan muchos residentes de poblaciones vecinas y que también se la saquen visitantes habituales, e incluso viajeros esporádicos que descubren que con ella pueden entrar gratis con los museos y viajar a un precio bonificado. Hace unos años el Principado incorporó a la gestión de sus bibliotecas el mismo sistema que Gijón tenían en las suyas. Cuentan los veteranos municipales que hubo que acabar yendo a colocar lectores de la tarjeta ciudadana de Gijón a dos bibliotecas de Oviedo.

Aunque la tecnología permitiría hacerlo nunca se ha utilizado la tarjeta para diferenciar colectivos. Por ejemplo, dando mayores servicios a un empadronado en Gijón que a quién no lo está. Igual que no se le han dado uso a sus datos más allá de los controles municipales de rigor.

La tarjeta forma parte con normalidad del día a día de Gijón y los gijoneses pero la tecnología quema fases a una velocidad vertiginosa y una tarjeta plastificada no es de lo más moderno. Así que la nueva apuesta municipal es la App Gijón que traslada todas las bondades de la tarjeta ciudadana al móvil. Aún más, la app permite gestionar varias tarjetas de diferentes titulares a la vez.

La app permite reservar cita en todos los centros municipales, contratar abonos de deportes o reservar instalaciones deportivas, pagar cualquier recibo del Ayuntamiento, identificarse para el préstamo de libros en las bibliotecas, utilizar el transporte público y, como no, recargar y consultar el saldo de la tarjeta ciudadana. La tarjeta de Gijón.

Paz Fernández Felgueroso, la usuaria número 1


«La verdad es que es una herramienta especialmente útil, que facilita la vida enormemente. Yo la uso sobre todo para el autobús». No es una usuaria cualquiera quien lo dice, es la número 1. Porque ese es el número del que puede presumir Paz Fernández Felgueroso a la que, entonces en su calidad de Alcaldesa, se dio la primera tarjeta ciudadana. «El éxito fue total, es tan sencilla de usar y sirve para tantas cosas que la gente se adaptó muy bien a ella. La verdad es que si nos la quitan ahora no sabríamos que hacer», explica la exregidora, que recuerda «el que se trabajó la tarjeta fue Josechu».

Josechu es José María Pérez, entonces joven concejal socialista en su primera etapa en el gobierno y responsable de ejecutar un compromiso que venía en el programa electoral del PSOE. Josechu tiene la tarjeta ciudadana con el número 2. «Se discutió mucho el soporte, fue complicado. Queríamos algo que nos diera información para mejorar los servicios públicos y que vinculase lo físico y lo virtual. También buscábamos que fuera fácil de manejar, que sirviera para servicios muy masivos y que intearactuase con lo que ya teníamos», explica. Parece claro que se consiguió.

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