El anuncio iraní sentó como un jarro de agua fría a unas potencias que ya están desengañadas de la negociación con Irán, tras los continuos cambios de actitud del régimen de Teherán.

La clave del intercambio de material nuclear «pobre» por material «rico» estriba en que Irán sostiene que su programa nuclear es para uso civil, mientras que la comunidad internacional considera que busca un arma nuclear. Si Irán enriqueciera en el exterior su uranio hasta el 20%, valido para programas civiles, dejarían de tener sentido las miles de centrifugadoras que está acumulando en su territorio y debería cerrar esas instalaciones. Las potencias sospechan que si va a seguir enriqueciendo por su cuenta es para alcanzar porcentajes superiores, que son los requeridos por las armas atómicas.

Así las cosas, las reacciones adversas no tardaron en llegar. Estados Unidos señaló que, pese al acuerdo, mantiene «serias dudas» acerca de las intenciones de Teherán, al que pide que demuestre «con hechos y no con palabras» su deseo de cumplir con las obligaciones internacionales.

El portavoz de la Casa Blanca, Robert Gibbs, calificó el paso de «positivo», pero lo tachó de «insuficiente», inquieto por el comunicado en el que Teherán anuncia que seguirá enriqueciendo por su cuenta, «lo que es una violación directa de las resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU», dijo.

La declaración suscrita en Teherán, agregó el portavoz, es «vaga» acerca de la voluntad de Irán de reunirse con el Grupo de los Seis («5+1»), como se acordó en la última ronda de conversaciones, en octubre pasado.

Por tanto, agregó Gibbs, EE UU colaborará con sus socios internacionales para «dejar claro al Gobierno iraní que tiene que demostrar mediante hechos, y no meras palabras, su voluntad de respetar sus obligaciones internacionales» pues de lo contrario «encarará consecuencias, incluidas sanciones».

No obstante, el Gobierno de EE UU, aseguró el portavoz, sigue comprometido con una solución diplomática al problema y consultará «muy de cerca con nuestros socios acerca de estos acontecimientos».

Las reacciones de escepticismo se extendieron también a la UE y a Rusia, que mantiene una actitud menos proclive a las sanciones que EE UU. El presidente ruso, Dmitri Medvédev, pidió a Teherán una confirmación de que piensa seguir enriqueciendo uranio por su cuenta.