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Raqa, la capital del enemigo

La ciudad siria en manos del Estado Islámico represaliada por Francia mantiene una resistencia oculta bajo una represión que afecta a toda la vida civil

Escena en Raqa tras un bombardeo. ALJAZEERA

Francia empezó la respuesta a los atentados del viernes en París en Raqa, la ciudad siria que el Estado Islámico (EI) ha declarado capital de su califato. En dos días de bombardeo se ha centrado en destruir un puesto de mando que era centro de reclutamiento y arsenal y un centro de entrenamiento.

Pensar que una organización terrorista tiene sede puede excitar los deseos de venganza pero Raqa no es un asentamiento militar en un desierto sino una ciudad que superaba los 300.000 habitantes con su área metropolitana (dato de 2004). La mitad la han abandonado desde que fue tomada por los yihadistas y se ha repoblado con fanáticos extranjeros.

Cerrada a los periodistas occidentales, lo que se sabe de ella procede de la información oficial de EI y de los yihadistas extranjeros que se han ido a combatir o a vivir bajo la ley islámica pero también de refugiados que la abandonaron y de los residentes resistentes que alimentan con fotografías y testimonios la página web "Raqa está siendo masacrada de forma silenciosa". La página, operada desde Turquía, dicen estar hecha por los mismos jóvenes primaverales que se alzaron contra la dictadura de Al Assad.

Raqa es una ciudad siria, cercana a Irak, con 1.800 años de historia. Fue importante en el siglo XII, la arrasaron los mongoles en el XIII y debe un estirón actual a la producción de algodón a partir de mediados del XX. Su desgracia es la del país a partir de 2011, cuando comienza la guerra civil por el derrocamiento de Bashar Al-Asad pero su protagonismo aumentó en marzo de 2013 cuando los combatientes del EI la convirtieron en su primera ciudad ocupada importante. Cuando declararon el califato universal sobre todo el mundo islámico en la persona de su líder, Abu Bakr al-Baghdadi, la nombraron capital.

¿Cómo es Raqa? Una yihadista de Reino Unido la define en Internet por su "deliciosa comida, un clima mediterráneo formidable y un transporte público accesible". Otra twitera envió fotos de la tienda de especias en la que había estado para señalar que todo está bien en Raqa. Ambos testimonios pertenecen a "muhajirun" ("emigrados") que reciben un "trato preferente" respecto a la población local. La mayoría llegaron para luchar, pero hay familias que fueron para vivir bajo la ley islámica. En un vídeo difundido por el EI, un yihadista francés convertido al islam, declaraba: "llevamos una vida tranquila en un Estado bendito. El Estado Islámico nos ha dado una casa y un salario mensual". Las casas son segundas viviendas de los habitantes de Raqa o propiedades requisadas a los que marcharon. Están en barrios acomodados. Los "muhajirun" no pagan impuestos y son atendidos gratis en los hospitales. Si son combatientes europeos cobran entre 1.000 y 1.400 euros mensuales (un funcionario sirio, 150). Nunca hubo tantos extranjeros en Raqa.

Los resistentes locales denuncian el mundo fanático que ha implantado el Estado Islámico. La ferocidad de la glorieta de Raqa, donde se exhiben durante días las cabezas decapitadas en lo alto de picas de metal o los cuerpos crucificados por ejecuciones públicas, o la tortura en un jardín en pleno centro, donde un niño de 10 años fue atado en una cruz y recibió 25 latigazos y pasó cuatro días de dos a siete de la tarde, bajo el sol y sin agua, por haber robado. Caen 25 latigazos por fumar y se multa con 100 euros afeitarse la barba.

En la página "Raqa está siendo sacrificada?" denuncia que los títulos de profesiones liberales han sido cancelados y para ejercer hacen falta los nuevos expedidos por el EI. Médicos, profesores y taxistas deben pasar un test sobre la sharia (ley islámica) para ejercer. Los carnés de identidad sirios han sido reemplazados por otros con el sello del califato.

Hay muchas personas trabajando en el control de la ciudad. La hisbah [policía religiosa] detiene y registra el teléfono a voluntad. Para las mujeres hay más restricciones. Las vecinas de Raqa deben permanecer en casa o salir con velo integral y acompañadas por un hombre. Ninguna menor de 45 años puede abandonar la ciudad. La policía femenina de EI -las jansa- (lideradas por una extremista británica) vigila y actúa contra los velos ligeramente transparentes o los guantes inapropiados y cachea a las sospechosas, por si se trata de kurdos llegados del norte disfrazados de mujeres para atentar contra los yihadistas.

Las tiendas de Raqa cierran a la hora de la oración y los habitantes pagan la zakat, limosna legal. En los nuevos programas escolares las matemáticas, el inglés y el Corán son las únicas asignaturas.

Las comunicaciones están muy controladas para evitar el activismo por internet: cámaras, espías especiales, policías que comprueban los teléfonos móviles y los portátiles y entran en cibercafés ordenando que todo el mundo ponga sus manos sobre la mesa y no se mueva mientras revisan sus dispositivos electrónicos, incluido el historial de navegación.

No hay vuelos directos a Raqa.

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