Mientras cientos de miles de estadounidenses acudían ayer a votar en las primarias republicanas y demócratas en trece Estados y el territorio de Samoa, en el Partido Republicano las aguas comenzaban a enturbiarse ante la posibilidad de que el magnate Donald Trump saliese de la múltiple cita del Supermartes de ayer convertido en el candidato in pectore a la Casa Blanca. Hasta el punto de que "USA Today", el diario de mayor tirada, aseguró en un artículo destacado que "el riesgo de ruptura planea sobre los republicanos".

La llama que prendió el gas del descontento fue la negativa de Trump, el pasado viernes en una entrevista con la CNN, a rechazar el apoyo que le brinda un antiguo líder del grupo supremacista blanco Ku Klux Klan (KKK). Por supuesto, que en el primer lugar de las críticas se situó el senador por Florida Marco Rubio. Pero Rubio, que el lunes calificó de "inadecuado" a Trump, es un rival electoral y todo lo que diga puede ser tachado de electoralista.

No es el caso del excandidato a Vicepresidente en 2012 y actual presidente de la Cámara de Representantes, Paul Ryan, el hombre más influyente ahora mismo del aparato republicano, quien advirtió muy seriamente a Trump que si quiere ser candidato debe rechazar el apoyo de cualquier grupo basado en la intolerancia.

"Este es el partido de Lincoln", resaltó Ryan. "Creemos que todo el mundo es creado igual a ojos de Dios y del Gobierno. Esto es fundamental, y si alguien quiere ser nuestro nominado, debe entenderlo. Espero que sea la última vez que me veo obligado a hablar en alto en esta campaña", agregó Ryan en tono que no deja dudas.

Amenazas al margen, la realidad sobre el terreno es que Trump encaró el Supermartes sabedor de que sumaría cientos de delegados a los 82 que tenía al comenzar el día, mientras que sus rivales lo harían bastante peor. El texano Ted Cruz acariciaba la posibilidad de embolsarse buena parte de los 155 de Texas para reanimar sus anémicos 18, y Rubio, que aún no ha ganado una cita, soñaba con imponerse en Arkansas o Minnesota, o incluso dar la sorpresa en Virginia y alegrar sus 17 delegados. En total, eran 661 los compromisarios republicanos en juego, aunque los 37 de Colorado y los 29 de Wyoming están sometidos a un largo proceso que no finalizará hasta el 9 de abril y, además, tienen la posibilidad de inclinarse ya por un candidato o esperar a la convención presidencial.

En el bando demócrata, donde la pelea se disputaba en once Estados y en el territorio de Samoa, en el Pacífico Sur, Clinton era la favorita en todos menos en Vermont, por donde es senador su rival, Bernie Sanders, quien también tenía serias posibilidades en otro Estado de marcada tendencia liberal, Massachusetts, donde las encuestas de última hora estaban en un apretado 50% a 43%.