Las maneras agresivas del presidente de Filipinas, Rodrigo Duterte, en ejercicio desde el pasado 30 de junio, han provocado un serio encontronazo con EE UU, cuyo presidente, Barack Obama, anuló una reunión entre ambos prevista para ayer en Laos, donde se celebra una cumbre de la ASEAN, la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático.

Duterte, sabedor de que Obama le iba a recriminar en el encuentro la dureza de su política de represión del tráfico de drogas, calificó el lunes por la noche a Obama de "hijo de puta" en el curso de una soflama nacionalista en la que defendió la soberanía filipina.

"Debe ser respetuoso, no me haga preguntas (sobre la lucha antidrogas). Hijo de puta, le insultaré en ese foro (la ASEAN)", dijo Duterte sobre Obama. "Nosotros ya no somos colonia de Estados Unidos. ¿Quién es este hombre? Mi único dueño es el pueblo filipino", agregó. Tras ser conocedor del tenor de estas declaraciones, Obama anuló la cita.

Ayer, Duterte lamentó la acogida dispensada a su insulto. "Lamentamos que (los comentarios) se hayan entendido como un ataque personal hacia el presidente de EE UU", dijo Duterte en un comunicado, en el que también dijo sentir un "profundo aprecio y afinidad" respecto a Obama. Duterte expresó su esperanza en "limar las asperezas" con EE UU, que, se disculpó, "son resultado de nuestras prioridades nacionales y percepciones".

En los apenas dos meses que Duterte lleva en la presidencia de Filipinas ha dado sobradas muestras de que su discurso suele estar entreverado de insultos y exabruptos. Pero el aspecto que más inquietud ha causado en la comunidad internacional es la intensidad de su represión y las llamadas a la población a que se tome la justicia por su mano. Entre los pasados 1 de julio y 31 de agosto, 929 personas han muerto en operaciones policiales contra el tráfico y consumo de drogas, y otras 1.507 han sido víctimas de ejecuciones extrajudiciales.

La cancelación del que iba a ser el primer encuentro entre Obama y Duterte supone un importante varapalo a las relaciones entre dos países que, pese a tratarse de aliados históricos, han sufrido un notable deterioro desde la llegada a la presidencia del nuevo mandatario.