El presidente electo de EE UU, Donald Trump, que tomará posesión el viernes de la próxima semana, sigue enfrentado a las agencias de inteligencia de su país. Trump sugirió ayer que ha sido el espionaje quien posiblemente ha aireado el escándalo que amenaza con marcar los últimos días de la transición: que Rusia le estaría sometiendo a chantaje porque tiene datos comprometedores sobre su vida privada y financiera. Eso explicaría el empeño de Trump en deshacerse en signos de amistad hacia Moscú.

El origen del escándalo está en la reunión que Trump, al igual que el presidente saliente, Barack Obama, mantuvo el pasado viernes con los directores de las principales agencias de inteligencia. En ella, los responsables del espionaje le explicaron la injerencia rusa en la campaña presidencial de noviembre. En el informe se incluyen las denuncias ya conocidas sobre los ciberataques al Partido Demócrata con el objetivo de perjudicar a Hillary Clinton, la rival de Trump.

La sorpresa es que el informe también incluye información del Kremlin sobre Trump. Esta parte fue elaborada por un exagente británico y, aunque su contenido no habría sido verificado todavía por las agencias de EE UU, estas le dan toda credibilidad.

La información sería "suficiente" para "chantajear" a Trump, de acuerdo con el exagente británico, ya que incluiría pruebas recogidas y propiciadas por los servicios de inteligencia rusos sobre actos sexuales de Trump en una suite de un hotel de Moscú.

El que será 45.º presidente de EE UU habría contratado a varias prostitutas para que, mientras él las contemplaba, orinasen en el colchón de la suite presidencial del Hotel Ritz Carlton en la que se habían hospedado el presidente Obama y su esposa durante una visita a Moscú. El informe también sostiene que las autoridades rusas ofrecieron a Trump jugosos negocios inmobiliarios relacionados con la Copa Mundial de Fútbol que se jugará en Rusia en 2018, aunque el magnate los habría rechazado.

El pasado fin de semana, tras su cita con los responsables de las agencias, Trump admitió por primera vez que Rusia, China y otros países han intentado influir en los procesos electorales de EE UU y otras potencias. Ayer, Trump dio un paso más y aceptó a las claras que fue Rusia quien estuvo detrás de los ciberataques, aunque aseguró que, en su mandato, eso no volverá a ocurrir e insistió en la necesidad de mejorar la relación "horrible" que mantienen actualmente EE UU y Rusia.

Sin embargo, en cuanto al chantaje, aireado el martes por medios como la CNN, "The Washington Post" o "The New York Times", Trump se mostró muy irritado y se quejó de "caza de brujas", a la vez que desmentía que Rusia haya intentado chantajearle nunca: "¿Es que vivimos en la Alemania nazi?", se preguntó.

Desde Moscú, el Kremlin emitió un desmentido formal: "Sin duda es todo un bulo, inventos y un disparate absoluto", aseguró el portavoz de la Presidencia de Rusia. El portal de filtraciones WikiLeaks manifestó también sus dudas respecto a la autenticidad de las informaciones.

Todo este escándalo dejó ayer en segundo plano la rueda de prensa convocada por Trump para explicar cómo piensa evitar los conflictos de intereses entre su grupo empresarial y la Casa Blanca. La respuesta fue la ya conocida desde diciembre: la gestión del grupo quedará en manos de dos de sus hijos, que, prometió, no le comunicarán las decisiones que tomen. Los analistas consideran que esta medida no evitará los conflictos de intereses. La rueda de prensa, en la que Trump se dio año y medio para construir el muro con México, incluyó una frase memorable: "Voy a ser el mayor generador de empleo que Dios haya creado nunca".