El expresidente francés Nicolas Sarkozy (2007-2012) será el segundo jefe de Estado galo que se siente en el banquillo, después de que en 2011 lo hiciera su antecesor en El Elíseo, Jacques Chirac. Sarkozy irá a juicio, junto a otros 13 acusados en el "caso Bygmalion", por financiación ilegal de su campaña presidencial de 2012, en la que fue derrotado por el socialista Hollande. Se enfrenta a una pena de hasta un año de cárcel y 3.750 euros de multa.

La investigación judicial comenzó en 2014 tras revelar la prensa que el expresidente superó el límite de gasto, que era de 22,5 millones de euros. Para ello, su equipo recurrió a la agencia de comunicación Bygmalion, que emitió facturas falsas para ocultar gastos por importe de al menos 15 millones. La campaña acabó costando 42,8 millones de euros.

Sarkozy, multado por el Consejo Constitucional, devolvió la totalidad de los gastos gracias a donaciones de militantes y simpatizantes de su partido, Los Republicanos (antigua UMP). Sin embargo, esto no impidió la apertura de un sumario y su imputación en febrero de 2016, que le restó posibilidades en las primarias de la derecha. El pasado noviembre, fue derrotado por su primer ministro, François Fillon.

Fillon, que también se encuentra acosado por un escándalo de corrupción -el de los empleos ficticios de su esposa-, vio ayer como su situación empeoraba aún más al revelar la prensa que Penelope Fillon se embolsó 45.000 euros en dos indemnizaciones por despido de la Asamblea Nacional. La clave del escándalo es la sospecha de que, aunque cobró 900.000 euros como asistente del diputado Fillon, nunca llegó a ejercer ese empleo.

Fillon dio el lunes una rueda de prensa para contraatacar, tras hundirse hasta el tercer puesto en unas encuestas que lideraba hasta hace diez días, pero sólo ha convencido a uno de cada tres franceses, según un sondeo.

Mientras, vuelven a hervir las calles de la periferia de París. Por tercera noche consecutiva hubo disturbios en la localidad de Aulnay-sous-Bois, con un saldo de 26 detenidos, cinco vehículos incendiados, mobiliario urbano destruido y la tentativa de quemar dos restaurantes. La policía disparó fuego real al aire. La chispa de la protesta fue una brutal agresión policial a un joven negro de 22 años, al que un agente violó con una porra extensible.