Donald Tusk fue reelegido ayer presidente del Consejo Europeo para un nuevo mandato de dos años y medio. El ex primer ministro polaco revalida el cargo con la frontal oposición de su propio país, que fue el único miembro del bloque que votó en contra, y eso aun después de que sus aliados del Grupo de Visegrado, como Hungría y Chequia, anunciaran que secundarían la posición mayoritaria y darían de nuevo su confianza a Tusk.

Polonia se empecinó en su "no" a Tusk hasta el final, y llegó a amenazar con bloquear el asunto, pese a que la reelección del presidente del Consejo Europeo sólo precisaba de mayoría cualificada. Ante la actitud de la primera ministra de su país, Beata Szydlo, Tusk advirtió después de su elección: "Tengan cuidado con los puentes que queman porque, una vez que están caídos, nunca puedes volver a cruzarlos".

El partido Ley y Justicia, que gobierna Polonia con mayoría absoluta desde 2015, tiene una conocida animadversión hacia Tusk, que fue primer ministro de su país entre 2007 y 2014, y consideró que, como presidente del Consejo Europeo, faltó a la neutralidad debida al intervenir en asuntos internos polacos en apoyo a la oposición y "actuó sin lealtad a su propio Estado".

Polonia y el resto de los países del grupo de Visegrado se opusieron firmemente a las cuotas de admisión de refugiados que impuso a los socios la Comisión Europeo, bajo mandato, precisamente, de Tusk.

Y Varsovia todavía no da su brazo a torcer. La primera ministra advirtió que su país se plantea vetar las conclusiones de la reunión debido a la reelección de Tusk. "Polonia va a ejercer el derecho de veto sobre las conclusiones de la cumbre", dijo la mandataria polaca. Y añadió, amenazante, si un Estado miembro no acepta las conclusiones, "la cumbre no es válida".

La canciller alemana, Angela Merkel, restó importancia a que el Consejo recurriera a la mayoría cualificada para designar a Tusk, e indicó que, aunque siempre es preferible el "consenso", esa opción está prevista en la legislación comunitaria y la consideró legitimada para evitar "la imposición de un bloqueo".

Mientras tanto, antes de viajar a Bruselas, Merkel pidió a Turquía que acabe con los ataques a su país y reconoció las "profundas diferencias" entre ambos países, aunque, con todo, defendió la necesidad de mantener las relaciones bilaterales, "siempre sobre la base de nuestros valores y posiciones y con toda claridad".

La canciller juzgó "triste", "deprimente" y "fuera de lugar" que el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, comparara a la actual Alemania con el régimen nazi y le advirtió de que "absolutamente nada" justifica esas acusaciones, ni la campaña para defender la instauración de un régimen presidencialista en su país.

La polémica tiene su origen en la suspensión de los mítines que varios ministros turcos querían dar en suelo alemán para favorece el "sí" en el referéndum que el país otomano celebrará en abril para validad la conversión de la república en un régimen hiperpresidencialista. Suspensiones a las que se han sumado también Austria y Suiza.