Un incendio arrasó el lunes por la noche el campamento de inmigrantes de Grande-Synthe, en las proximidades de Dunkerque, en el norte de Francia, causando heridas al menos a 21 personas. El campo, que a finales de marzo albergaba a unas 1.500 personas, estaba compuesto por unas 300 casetas de madera muy próximas unas a otras, devoradas en un 80% por un fuego que se inició en una pelea entre refugiados kurdos y afganos. El enfrentamiento causó tres heridos por arma blanca.

El ministro francés del Interior, Bruno Le Roux, alertó semanas atrás de que el campamento de Grande-Synthe, emplazado a 30 kilómetros del túnel submarino de Calais, es "factor de atracción" para los inmigrantes que quieren cruzar ilegalmente al Reino Unido, especialmente tras el cierre el pasado octubre de la llamada "Jungla de Calais", situada a pocos kilómetros. Las autoridades francesas intentaban ayer realojar a los centenares de personas que se han quedado sin techo tras el incendio.

Entre tanto, la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) ha pedido a los países miembros de la UE que suspendan temporalmente los eventuales traslados de solicitantes de asilo a Hungría al considerar que la situación ha empeorado desde que entró en vigor la nueva ley que obliga a detener a todos los peticionarios. Los refugiados son internados en campos fronterizos donde se les almacena en contenedores de carga rodeados de alambre de espino para impedir su huida.

Atendiendo a esta llamada de la ONU, Alemania informó ayer que no deportará a más inmigrantes irregulares a Hungría, algo que, en aplicación del tratado de Dublín, debería hacer con todas las personas que han entrado por ese país de modo irregular en territorio de la UE. Pese a que el flujo de refugiados se ha reducido, Alemania sigue recibiendo cada mes unas 14.000 nuevas llegadas.