Los mandatarios de los 28 países miembros de la UE se reunieron ayer en Bruselas, en el último Consejo Europeo del año. Una cumbre que debería haber girado en torno al "Brexit" pero que, tras el acuerdo alcanzado la pasada semana por Bruselas y Londres para pasar en enero a la segunda fase negociadora, ha quedado marcada por la polémica sobre la política de refugiados.

Con todo, una parte de la sombra del "Brexit" aún planeó ayer sobre Bruselas, a raíz de la derrota parlamentaria encajada el miércoles por la primera ministra británica, Theresa May, sobre la ley que funcionará como "hoja de ruta" que plasme el "Brexit" en hechos a partir de marzo de 2019.

Los diputados británicos aprobaron una enmienda que obliga a votar una ley específica para aprobar el acuerdo que se alcance con la UE y que, si el pacto es rechazado por el Parlamento británico, conminará a Londres a emprender otra negociación a la que, por cierto, Bruselas podría no avenirse.

Una May cariacontecida admitió ayer a su llegada a Bruselas que se siente "decepcionada" por la votación de los Comunes. Fuentes de su Gobierno añadieron que la enmienda "comprimirá" el calendario previsto para negociar el divorcio entre Londres y la UE.

El "Brexit" y la reforma de la eurozona serán abordados hoy, viernes, por el Consejo. Está previsto que los líderes den su visto bueno al acuerdo de la pasada semana y, en cuanto al reforzamiento de la eurozona, no se espera ir más allá de un diálogo exploratorio, ya que el estudio de medidas serias requiere primero que Alemania se dote de un nuevo Gobierno, lo que previsiblemente no ocurrirá hasta marzo. La exigencia de una profunda reforma de la eurozona -con presupuesto y ministro de Economía propios- ha sido puesta sobre la mesa por los socialdemócratas alemanes en el preámbulo a las negociaciones para formar Gobierno con la canciller Merkel, pero el punto de llegada es imprevisible.

Así las cosas, la polémica se centró ayer en la propuesta de suprimir las incumplidas cuotas de acogida de inmigrantes lanzada por el presidente del Consejo, el polaco Donald Tusk. Bien vista por el Grupo de Visegrado -Hungría, Polonia, Chequia y Eslovaquia-, la iniciativa no ha gustado ni a Grecia ni a Italia -principales puertas de entrada- ni a Alemania, Austria, Francia, España, los países nórdicos o la propia Comisión, que consideró "inaceptable" y "antieuropea" que Tusk hable de cuotas "ineficaces". Merkel, que ha pagado un alto precio político por acoger refugiados, pidió "soluciones solidarias".