Oviedo, M. J. I.

Ramón García García, conocido como Ramón de Villar, nació en Piniella (Illas), en 1908. Se acerca a los cien años -los cumplirá en un mes-, pero tiene el espíritu más joven que muchos veinteañeros.

Para él, un día normal comienza con un desayuno de Cola-Cao y pan, lo que más le gusta. Si hace buen tiempo, por la mañana no perdona un buen paseo. Vive con su nieto José Antonio Rodríguez y la esposa de éste, Carmen Bueno. Desde siempre, Casa Villar ha estado dedicada a la ganadería y al campo. Como es lógico, desde muy joven ayudó en las faenas de la casa y muy pronto empezó a cuidar las vacas.

Hasta que no fue mayor no bajó al mercado de los lunes a Avilés, algo que, según confiesa, siempre le gustó mucho. Aún hoy le encanta acudir a las ferias y concursos que se celebran en Asturias, o incluso en Torrelavega (Cantabria). También disfruta de sus viajes, los lunes, a Avilés con su amigo José María Lloriana, de 83 años. Si algo le pesa a estas alturas es no haberse sacado el carné de conducir. «Si fuera un poco más joven, me pondría a ello». Lo dice plenamente convencido.

Sus familiares destacan su enorme vitalidad y una mentalidad abierta. «A veces es más moderno que nosotros», señala su nieta Carmen.

Durante la guerra civil estuvo en diferentes lugares como Barcelona, Tarragona, Vigo, Huesca y Zaragoza. Durante seis años de su vida fue carretero, cuando se llevó a cabo la carretera de Piniella, porque, según señala, «era una buena ayuda para la economía familiar».

Básicamente, su vida profesional estuvo dedicada al campo. Reconoce que hoy en día la gente lo tiene más fácil «porque hay maquinaria y medios que hacen mucho más cómodas las tareas». También le gusta ver la televisión, y aunque parece que no presta atención, se queda con todo, afirman sus familiares.