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El híper entra a ayudar al establo

El reparto equilibrado de los beneficios de las ventas de leche, al que accede el sector de la distribución, centra el acuerdo para salvar la ganadería

Frisonas en una ganadería asturiana. LNE

El sector lácteo asturiano anda en busca de soluciones para cerrar la profunda herida provocada por el fin de las cuotas y de la Organización Común de Mercado (OCM). Entre las vendas para curar las consecuencias del abrupto aterrizaje en el mercado liberalizado destaca la que aporta la gran distribución -los supermercados que venden la leche-, que está dispuesta, por primera vez, a repartir de forma más equilibrada los beneficios con los ganaderos. La medida persigue compensar el desplome de precios que sufren las explotaciones desde hace meses, agudizado desde la primavera. De todas formas, es la única solución puesta sobre la mesa.

El principio de acuerdo está plasmado en el documento negociado en el seno de la Interprofesional Láctea (Inlac), y se inspira en una práctica que ya llevan a cabo gigantes como Mercadona, que ya ofrecen una parte de los beneficios de las ventas de la leche a sus suministradores.

Los supermercados, el último eslabón de la cadena, sobre el que recae la mayoría de las críticas de productores y organizaciones agrarias, se acerca a los establos y a quienes hacen posible que el producto llegue a los lineales. La medida, calificada de histórica por los partidarios del acuerdo (básicamente el Ministerio de Agricultura y la organización ASAJA), es tildada de "mero parche" por el resto de organizaciones mayoritarias (UPA-UCA y COAG) y tampoco acaba de convencer a pie de cuadra, donde cala el discurso de la necesidad de un precio mínimo para la leche, ese pacto imposible que va contra las normas de competencia, propio de economías planificadas, como la de Cuba, la ex URSS o la española en tiempos de la dictadura franquista, cuando se fijaban precios estacionales para los lácteos.

El caso es que siempre que los ganaderos insisten en esta petición se escudan en el llamado "modelo francés", que el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, se comprometió a estudiar para implantarlo en España y descartó por inviable. En Francia existen desde hace años unos índices de precios que varían en función de las condiciones de mercado, pero no exactamente un precio fijado. El pasado verano, ante las intensas protestas de los ganaderos, Hollande se comprometió a darles 34 céntimos por litro. A finales de agosto, el ministro de Agricultura, Stéphane Le Foll, aclaraba que no hay tal precio base y que el Estado galo sólo actúa como mediador.

Así que, descartada esa tarifa de referencia, otra posible válvula de escape la abre la Unión Europea, en la nueva Política Agraria Común (PAC), que obliga a ganaderos e industrias lácteas a firmar contratos obligatorios de compraventa de leche, en el denominado "Paquete lácteo", disposición en la que fue pionera España. Los contratos establecen precios fijos o uno base indexado a la evolución de una serie de índices y complejas estadísticas disponibles a través de la página web de la Inlac, que incluyen, entre otros muchos criterios, el precio en otros países de la UE o el de diferentes tipos de quesos. Un detalle importante es que los índices no son a futuro, por expresa prohibición de la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia. El sistema tampoco convence a los ganaderos. Se quejan de que la industria sigue teniendo la sartén por el mango. "Al final vendemos al precio que nos marcan", opinan varios productores, hartos de que los gobiernos sólo ofrezcan ayudas para paliar la debacle que se intuye en el horizonte europeo desde 2003, cuando la reforma de la PAC fijó 2015 como fecha de muerte para las cuotas y el sistema proteccionista que llevaban aparejado. Y precisamente más dinero es lo que accede a dar la Comisión Europea para frenar la oleada de protestas, que en estos días han llegado hasta las puertas del comisario Hogan, en Bruselas. En virtud del reparto acordado el martes por los ministros del ramo, a España le corresponden 25,5 millones de los 500 totales. Los ganaderos insisten: "Queremos precios justos, no limosnas, las ayudas son temporales".

Por si fuera poco, al etiquetado del origen de la leche, que ayudaría a la materia prima asturiana, con una excelente imagen, se oponen los gigantes productores del norte de Europa. Y eso que ellos también sufren. La demanda china que iba a absorber los excedentes se ha evaporado y las previsiones de la Comisión han fallado estrepitosamente. Los mercados se han equivocado y los ganaderos lo sufren.

Para colmo, la última campaña con cuotas se cerró con multa para España por exceso de producción, aunque en Asturias la sanción ha tenido poco impacto. Es una estación más que se suma al largo vía crucis de los ganaderos de leche, inmersos en un sector más volátil que nunca.

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