El pasado 4 de agosto se celebró en San Esteban de Cuñaba la fiesta del "Santucu", que es así como llaman a San Esteban, protector de la aldea al que se venera en la capilla, la capilluca más bien, construida a la par del pequeño tamaño de la talla de la talla del patrono, valga la redundancia. Todo en San Esteban es de tal tenor: pequeño, contenido, discreto, humilde, sensato. Tiene esta aldea de pastores un caserío escaso que como un haiku se engarza en el paisaje de los grandes riscos de los Picos de Europa.

Manolo Corces es desde hace más de treinta cinco años el representante de San Esteban, el alcalde le dicen. Es el encargado de darle cuerda al pueblo para que no se pare. Y como tal el alma mater de la recuperación de la fiesta del Santucu, con el apoyo de la Asociación Cultural Vigueras.

Todos los pueblos, todas las aldeas, deberían tener un Manolo por alcalde, por líder vecinal, por encargau del común y de activar la vida comunitaria. Eso lo sabemos los que tenemos la suerte de gozar de su amistad, como sabemos también que los pueblos que no tiene un Manolo andan por la vida como "vaca sin lloqueru".

Además de los actos propios de una fiesta de aldea -procesión del santo, voladores, tambor y gaita, bar de la comisión, baile?- la de San Esteban se caracteriza por organizar un homenaje a alguna persona que haya contribuido a la mejora, el bienestar o el buen nombre del pueblo. Este año, los homenajeados fueron el desaparecido Pancho, gaitero de Llonín, que durante toda su vida tocó en la fiesta de San Esteban, representado por sus dos hijos, Amador -párroco de Colombres- y Pancho Galán; y Jesús Arango, consejero de Agricultura de Asturias entre 1982 y 1987.

A ambos, al gaitero y al consejero, se les guarda cariño en la aldea. A Pancho por la música y a Jesús por ser activador en los años ochenta de la recuperación de la aldea con la construcción de la carretera, la quesería y la financiación de las obras de trabajo comunitario en las que hizo tándem con Manolo. El caso de Jesús Arango es paradigmático: hace más de 30 años que ha dejado de ser consejero de agricultura y todavía se le recuerda con aprecio por la Asturias rural por su compromiso, coherencia y determinación a favor del campo. En estos tiempos de políticos de relumbrón, fotogénicos, tuiteros, mediáticos e inmediáticos, Arango rompe todos esos tópicos por una razón de carácter casi antropológico: los pueblos tienen una memoria colectiva e "histórica" que se conserva en el corazón de la comunidad y hace que no olviden ni afrentas, ni ofrendas.

El homenaje se organiza en dos partes. La primera, al uso, consiste en una glosa de los homenajeados y las razones del merecimiento, con intervenciones de respuesta de estos agradeciendo la distinción. La segunda, novedosa e innovadora, nos transporta a la esencia misma de la cultura campesina del país, al vínculo del hombre con la tierra y a una de las manifestaciones esenciales de la vida en la aldea: los vecinos ceden el comunal para que el homenajeado plante un castaño, que pasará a ser de su propiedad, y con el que de alguna manera queda vinculado al pueblo.

Con este ritual, sobre el que se levanta acta y se hace pública lectura de la misma en la plaza, estamos ante una versión actualizada del histórico y consuetudinario derecho de Poznera por el que los vecinos podían plantar en el terreno comunal un árbol, generalmente un castaño, adquiriendo la propiedad sobre el mismo. Además, el nuevo propietario del castaño debe ponerle nombre al árbol. Arango eligió el de "Perico Villa", en recuerdo a su bisabuelo.

Finalizado la lectura del acta se inicia una nueva procesión, no ya tras el Santucu, sino tras el castaño, transportado por dos vecinos camino del comunal, que siguen a un gaitero y un tamborilero que abren la marcha. Una bella metáfora que nos recuerda los tiempos en los que los árboles, o la Luna, eran nuestros dioses. En San Esteban conviven desde siempre ambas religiones, la cristiana y la pagana, que gracias a Manolo se dan cita en paz y armonía en la misma fiesta.

Con todo y con eso, lo más emotivo del día estuvo en el momento previo a la procesión y plantación del castaño cuando Pilar Yuste, en representación de la Asociación Vigueras, anunció que los vecinos habían decidido hacerle un homenaje "por sorpresa" a Manolo. Tras hacerle entrega de un obsequio, subió al estrado Elena Bores, encargada de leer un discurso preparado al alimón con María Luz Viejo. "En este día festivo, queremos hacer un reconocimiento a la labor de Manolo, de Manolo el de San Esteban. Porque Manolo es San Esteban y San Esteban es Manolo?". Dirigiéndose a Manolo, prosiguió: "estás presente en cada piedra, en cada muro, en cada barandilla. Tú vives en cada castaño, en cada avellano, en cada nogal, en cada árbol de la aldea. Estás en el aglomerado y empedrado de los caminos, en las rutas y senderos que llegan, salen o pasan por el pueblo. Estás ahí cada vez que abrimos y cerramos un grifo, cada vez que encendemos y apagamos la luz. Estás presente en el área recreativa, en el mirador, en el campamento, en la quesería, en la querida y entrañable casa de aldea Pío. Formas parte de esta plaza, de la fuente, del kiosko, del castaño de la riega de La Cojita, de la capilla y de la carretera. Eres el alma de San Esteban?", a estas alturas del discurso ya corrían las lágrimas por las mejillas de algunos asistentes y un nudo se cerraba sobre la garganta del resto. Terminó a duras penas Elena su intervención, muy emocionada, destacando que "las montañas que nos rodean, hacen como tú: envolvéis, abrazáis y protegéis a San Esteban. Cada vez que las miro, puedo ver en ellas la cálida mirada de tus ojos azules? Tuve la buena suerte de que encontraras en mi familia un alma gemela a la tuya... tan gemela que coincidisteis hasta en el nombre: Manolita la de Manolo y Manolo el de Manolita. Sois dos almas generosas, dos corazones nobles, dos buenas personas. Afortunada me siento de ser parte de vosotros. Gracias por ser como eres, no cambies nunca, cuento contigo. Muchas gracias Manolo... ¡Manolo, el de San Esteban!".