Langreo, E. PELÁEZ

Pilar Rodríguez descubrió enseguida que le gustaba «aprender y enseñar». Y esa fue la labor que desarrolló durante tres décadas en Pando (Langreo), convirtiéndose en maestra de padres y de hijos. Muchos de sus alumnos, más de un centenar, le rindieron un homenaje el pasado domingo en La Felguera. La idea surgió en Facebook, cuando varias personas que recibieron las enseñanzas de Pilar Rodríguez pensaron en la posibilidad de reconocer su labor. Seis de ellos se pusieron manos a la obra y organizaron un encuentro en un conocido restaurante de La Felguera a una profesora que, como destacó Iris Chico, una de las promotoras del reconocimiento, «siempre fue muy cariñosa con todos nosotros».

«Fue un día perfecto, todos merecen un diez», aseguró Rodríguez. Fue una jornada de recuerdos, en la que se repasaron muchas fotografías de décadas pasadas, y en la que la homenajeada recibió como regalo un reloj y un libro de firmas. Y dos ramos de flores, uno de los presentes y otro de un antiguo alumnos que reside en Miami. Éste último, recuerda la profesora, «aprendió a leer conmigo».

Pilar Rodríguez reconoce que la enseñanza siempre fue en ella vocacional. «Era feliz enseñando y todavía ahora, a veces, voy a ayudar a los hijos de algunos amigos a hacer los deberes», resaltó. Rodríguez, cuyos orígenes están en Luarca, estudió el bachillerato nocturno en Sama cuando ya impartía clases y preparaba a jóvenes para el ingreso en esas enseñanzas. Después accedería a la Universidad para mayores de 25 años. Antes, había estudiado en un colegio de Soto del Barco.

Entre sus alumnos estaban aquellos que no tenían aún edad para acudir al colegio y otros mayores a los que Pilar Rodríguez ayudaba después de clase con sus deberes. Llegaba a tener «niños de 3 años junto a otros de quinto o sexto curso», una situación que «llevaba muy bien». Después muchos de esos alumnos «estudiaron magisterio, ingenierías, derecho, veterinaria, enfermería o psicología», confiesa orgullosa la maestra de Pando. En sus clases, que dio en un local alquilado y en casa, se aprendía a escribir, a leer, o hacer ecuaciones pero también «a colocar los cubiertos en la mesa, a dar las gracias o cómo sentarse a la mesa», aseveró Iris Chico.

Rodríguez constata los cambios que se han producido en la educación. «Antes los padres eran muy exigentes, querían que lo aprobasen todo» y ahora «hay mucha libertad», concluyó.