A 13.000 kilómetros de casa, rodeados de nieve y pingüinos, y con temperaturas por debajo de los cero grados que bajan más cuando hay ventisca. Así pasarán los próximos tres meses los 30 integrantes de la campaña antártica española en la base Gabriel de Castilla, situada en la isla Decepción, a unos 1.000 kilómetros de la ciudad argentina de Ushuaia. La misión -que se puso en marcha a finales de diciembre, coincidiendo con el inicio del verano austral- está formada por militares y científicos, y tiene por objeto desarrollar proyectos de investigación en campos como la sismología, la biología, la geología o la geodesia. También habrá tiempo para el fútbol. Los españoles deberán buscar un hueco para entrenarse y preparar el partido contra el combinado de la base argentina, que suele poner el broche a la campaña anual.

El comandante Pedro Solís, responsable del área de Medio Ambiente de la campaña, y Juan Junoy, biólogo marino, son dos de los componentes de la misión española. En la jornada de ayer protagonizaron una videoconferencia con alumnos de primer y segundo curso de Bachillerato del IES La Quintana de Ciaño (Langreo) en la que atendieron sus consultas. La conexión comenzó con algún pequeño problema técnico. Desde la Antártida alertaban que la pantalla se había quedado congelada. "Claro, con tanta nieve", replicó con humor uno de los estudiantes.

Una de las primeras alumnas en intervenir fue Sara Torres, que se interesó por la fauna de la zona y, en particular, por los pingüinos. Junoy explicó que estos animales aprovechan el verano para comer todo el zooplancton posible y acumular reservas de grasa suficientes. El científico también expuso que su investigación se centra en localizar y trabajar con determinadas especies (algunas de ellas desconocidas) para obtener resultados aplicables en ámbitos como el campo sanitario. "Lo que hacemos aquí es identificar moléculas de determinados animales, pero eso después debe ser sistematizado con un trabajo en profundidad en el laboratorio, a veces de varios años; esto es una carrera a largo plazo".

A preguntas de Enol Prada, otro de los estudiantes del instituto langreano, Junoy aludió a los peligros existentes cuando los investigadores se sumergen las aguas antárticas. "Las focas leopardo se alimentan de pingüinos y si hay alguna cerca abortamos la inmersión para evitar males mayores. A pesar de todo, el mayor riesgo son las bajas temperaturas: si nos entrara agua en el traje entraríamos en hipotermia en diez minutos".

Por su parte, el comandante Solís argumentó que el impacto sobre el entorno de la base es prácticamente nulo, "ya que lo reciclamos casi todo". La videoconferencia concluyó con una salida exterior para mostrar a los estudiantes las instalaciones y los equipos de trabajo de la base Gabriel de Castilla.