Oviedo, L. M. ARCE

La plataforma flotante de carga y descarga anunciada por la Xunta de Galicia para dar apoyo a la actividad del puerto de Ribadeo vuelve a poner el dedo en la llaga de un espacio natural de reconocida importancia internacional por sus poblaciones de aves acuáticas (forma parte de la lista «Ramsar» y de la red de Lugares de Interés Comunitario) al que no acaba de otorgársele un estatus de protección efectivo por la disparidad de criterio entre las orillas asturiana y gallega, que comparten su territorialidad. El plan de ordenación de los recursos naturales de Asturias (Porna) prevé, desde 1994, la designación de la ría del Eo como reserva natural parcial. Sin embargo, este amparo legal no se ha materializado, precisamente porque se pretenden unas medidas de protección acordadas con Galicia.

Entre tanto, en la orilla gallega, el interés por la ría tiene más que ver con la actividad comercial y de recreo del puerto de Ribadeo que con la conservación del espacio natural. Y la Xunta actúa por libre. Si en 1994 construyó un dique de abrigo en el puerto ribadense, ahora anuncia una plataforma flotante. La escollera de Ribadeo levantó una gran polvareda política entre Asturias y Galicia y motivó un contencioso legal entre ambas comunidades. La ría es un espacio compartido y, desde un punto de vista ecológico, no entiende de fronteras: lo que se hace en una orilla repercute en la otra. La escollera alteró las condiciones ambientales en todo el estuario.

El efecto más directo y perceptible en la ría que se imputa a dicha infraestructura es la acumulación de arena en la desembocadura, que se traduce en la pérdida de calado -circunstancia que dificulta la actividad de los astilleros de la orilla asturiana, que demandan un dragado urgente-, en el aumento de superficie de los bancales o «tesones» que se desarrollan entre Ribadeo, Castropol y Figueras, y en el aterramiento de las praderas sumergidas de las dos especies de zostera, unas plantas que sirven de alimento a numerosas aves acuáticas y una de las cuales (zostera marina) tiene aquí su principal población, en el área cantábrica.

Las aves aportan un indicador de que los cambios no sólo afectan al medio, sino también al ecosistema: desde 1994 varias especies han disminuido de forma sensible y otras casi han desaparecido por completo. No se ha hecho un estudio de las causas de esta tendencia, pero todo, empezando por la coincidencia cronológica, apunta a la escollera de Ribadeo.

La focha común, de la que habitualmente invernaban en el Eo varios cientos de ejemplares, cayó en picado a partir de 1994: se registraron 62 en enero de 1995; 52 en 1996; 28 en 1997, y sólo cinco en 1998. Ningún censo posterior ha alcanzado los diez individuos y en los últimos inviernos ha estado ausente. El porrón europeo, un pato buceador, presenta una situación similar desde 1996, cuando en los años ochenta eran habituales censos de un centenar de aves aproximadamente. El silbón europeo y el ánade rabudo, dos patos a los que debe el Eo su relevancia internacional, también han perdido población invernante: las cifras máximas del primero han pasado de 4.000 aves en el período 1987-1996 a 1.851 en los años siguientes, mientras que el ánade rabudo, que antes rondaba el millar de ejemplares, no supera ahora los 500 individuos en el Eo en los años más favorables.