Celebramos estos días con orgullo el Día Internacional de la Mujer Trabajadora. En otro tiempo las mujeres que eran noticia constituían una excepción casi escandalosa. Ahora, afortunadamente, es distinto y hemos logrado la liberación de la mujer. Las mujeres han irrumpido en la vida pública y ya pueden adquirir fama y gloria sin dedicarse al teatro como Lola Gaos o al cuplé como Sarita Montiel. Por contra, doña Emilia Pardo Bazán no consiguió sentarse en la Academia. Algo parecido le ocurrió a doña Concepción Arenal, que tuvo que esperar a que llegara la República para salir en los sellos de correos, y nada digamos de Federica Montseny, que necesitó hacerse anarquista para sentarse en el Consejo de Ministros. En estos momentos basta con afiliarse a un partido y aguardar silenciosas a que el líder premie su trabajo callado pero eficaz cuando se produzca el cambio. Son cosas de los tiempos.