Navia

Pocas personas muestran tanta satisfacción como Gabriel García al hablar de sus años de trabajo. Este valdesano de nacimiento y ahora vecino de Navia afirma sin rodeos que sus años como conductor en la compañía Alsa fueron «muy felices». Gabriel García empezó como mecánico y se jubiló haciendo viajes internacionales con la compañía fundada en Luarca en 1923.

Hijo de labradores, Gabriel García nació en la localidad valdesana de El Chano en 1937. Segundo de cuatro hermanos, fue a la escuela hasta los 14 años y, poco después -calcula que con 16 años-, le ofrecieron entrar como mecánico en la compañía Alsa.

Ocho años se pasó destripando las averías de los autobuses, algo que le sirvió para conocer a la perfección el automóvil que luego conduciría. Recuerda que primero estuvo de aprendiz en el taller hasta que, poco a poco, le fueron dejando salir a las averías en carretera.

Por aquel entonces, Alsa se centraba en los viajes regionales y fuera de los límites del Principado sólo llegaba hasta Ribadeo y Villablino. Tras ocho años en la casa le propusieron cambiar de mecánico a revisor, puesto que desempeñó durante unos meses. Fue entonces cuando le ofrecieron salir a la carretera al mando de uno de los coches de la compañía y no se lo pensó.

Gabriel no recuerda con exactitud la edad a la que inició su carrera como conductor pero sí que contaba poco más de 20 años. Lo que no olvida fue su primer viaje a bordo de «La Lola», cariñoso mote con el que los conductores se referían a la línea de autobús comarcal que iba a los puertos del Occidente. «Viene de la canción, «La Lola se va a los puertos», y La Lola le quedó», bromea.

Luarca, Puerto de Vega, Ortiguera y, en ocasiones, el puerto de Viavélez. Era la ruta que hacía a diario Gabriel García. Este transporte era algo así como un autobús urbano circular pues se pasaba el día girando por el mismo recorrido. «Me acuerdo que un viaje moría en Navia a las cinco de la tarde y volvía a salir para Luarca y terminaba en Ortiguera a las nueve. Todo el día dando vueltas. Los niños gritaban a sus madres: «Mamá ahí va el de La Lola», cuenta el protagonista de esta historia.

Alrededor de 15 años se pasó Gabriel García a bordo de «La Lola», donde ha vivido momentos muy especiales. Era uno de los viejos autobuses de la compañía, un coche inglés de dos plantas: la interior y otra descubierta que, por supuesto, era más barata. Cuenta García que tiene pasados malos ratos, pues tanta gente quería coger el transporte que se veía obligado a dejar a alguien en tierra. «Siempre que se podía intentabas meterlos a todos, aunque tuvieran que ir de pie», precisa. Hizo viajes con hasta 90 a bordo, pese a que lo normal eran unos 70 entre las dos plantas.

«La Lola» llevaba a la gente a los mercados, a las fiestas? casi en cualquier cita importante estaba presente Gabriel García. Por eso hizo grandes amigos por toda la comarca. «En La Lola iba de todo. Subían cestos con gallinas y conejos para los mercados y los marineros, cuando iban a embarcar, iban cargados con sacos de pan y ropa».

En aquellos años, «La Lola» tenía otro compañero que era «El Aldeano», el autobús que iba de aldea en aldea. Alguna vez lo condujo Gabriel García, aunque pocas. Ambos servicios murieron con la llegada de los vehículos particulares, que hicieron decaer el transporte público. Fue entonces cuando tuvo que abandonar su querido coche y empezar a hacer rutas de más distancia: la primera, Ortiguera-Gijón.

Por aquel entonces José Cosmen, a quien Gabriel está muy agradecido, inició las rutas internacionales. «Gracias a él salimos fuera y conocimos Europa entera». Durante el invierno, este luarqués hacía rutas por España, pero, en temporada estival o en vacaciones, salía al extranjero: «Lisboa-París, Oviedo-Bruselas, Zurich-Barcelona, Ginebra... Me costó trabajo adaptarme, por el idioma, pero era feliz», manifiesta.

Cuenta que batió uno de los récords de permanencia fuera de casa: «Eché hasta 46 días desplazado, pero era porque me gustaba de verdad el trabajo». Y, en invierno, cuando volvía a casa, también tiene realizadas rutas escolares. «Los niños me saludan por la calle a todas horas», bromea.

Con 70 años le llegó la jubilación, tras 43 en la carretera. «Estaba para seguir, eso era lo mío». Como premio a su trayectoria y, en concreto, a sus 15 años en rutas por el extranjero sin ningún percance, en 1994 la Unión Internacional del Transporte por Carretera le concedió un reconocimiento.

Una vez jubilado, Gabriel García ha podido dedicarse a su gran pasión: la natación. Todos los días hace entre dos y tres kilómetros en la piscina y asiste a cuantas competiciones se celebran en la comarca. El Descenso de Navia es una de las citas ineludibles. En esta prueba conoció, hace años, a David Meca.