Luarca (Valdés),

A. M. SERRANO

María Jesús Arbiza aprendió a coser con su madre. Tenía 16 años y vivía en Arcallana, un pequeño pueblo del interior de Valdés. Hoy, tiene 62 años, sigue viviendo en Arcallana (con 15 vecinos) y por primera vez en su vida ha protagonizado un acto institucional: «Algo que ya no esperaba».

Ella forma parte de elenco de mujeres del Valle del Ese-Entrecabos que recuerdan su vida en el libro «Hilvanando historias». El conjunto de relatos fue presentado ayer en Luarca y homenajea a las mujeres de la zona que dedicaron su tiempo a ser modistas y maestras, las profesiones elegidas por una buena parte de las féminas de los concejos de Cudillero, Allande, Salas, Tineo y Valdés durante las cinco últimas décadas.

La idea de hacer este libro surgió en 2010. Entonces, las monitoras de los talleres que se desarrollan gracias al programa Igualar preguntaron a sus pupilas quiénes eran sus referentes. «Empezamos a imaginar numerosas historias de interés, porque la mayor parte de las mujeres recordaban muy bien la vida de sus abuelas y madres e incluso habían seguido su trayectoria profesional», explica Flor Álvarez, una de las coordinadoras del libro junto a Almudena Morís. Dicho y hecho. El pasado julio empezaron a recopilar las historias de las madres, abuelas y de las mujeres que se habían dedicado a la moda y a la enseñanza.

Grabaron las andaduras que, a viva voz, contaban las mujeres de los entornos rurales y, una a una, escribieron su historia. Ayer presentaron el resultado y lo hicieron ante la mayor parte de las mujeres participantes. En total, se recogen 309 historias, todas ellas de vecinas de la comarca que ayudaron «lo que no está escrito» para que las zonas más desfavorecidas pudieran autoabastecerse; y educarse y aprender. «Entonces, ser modista era algo muy rentable», destaca María Jesús Arbiza.

Su historia es casi la historia de su madre. Aprendió a coser en casa, al calor de la cocina de leña. Con 16 años ya hacía algún modelo y a esa edad ingresó en una academia de corte y confección de Oviedo. Volvió a Arcallana al año siguiente. «Y empecé a trabajar duro». Cuenta María Jesús que entonces no había descanso. «Era un oficio más. Hacíamos de todo. Hasta las sábanas». Gracias a este trabajo los vecinos del pueblo, entonces medio centenar, no tenían que viajar en busca de prendas de abrigo. «Casi todo se hacía en el pueblo». Enel homenaje están también las maestras. Ellas recorrieron el Occidente, incluso a caballo, para poder dar clase.

Margarita Rodríguez es un ejemplo. Hoy tiene 81 años y vive en Oviedo, donde se jubiló. Antes, recorrió la comarca desde Rañadoiro a San Pelayo, Ayones y Brieves (estos últimos enclaves de Valdés). Dio clase en paneras; y fue una de esas profesores que se quedan en el recuerdo. Ella no pudo asistir ayer al acto de presentación, pero lo hizo su sobrina, Josefina García, encargada de recordar sus andanzas. Margarita vivía con una familia en Rañadorio y «apenas visitaba a su familia de Luarca». A lo largo de su trayectoria, aprendió a vivir también en las escuelas. «Fue un referente para muchas maestras de la zona». Y no sólo por su valía, también por cómo llegó a ser profesora. Estudió por libre en los años cuarenta y logró su sueño.

Ayer, en la Casa de Cultura de Luarca, ese sueño cumplido de Margarita fue el de todas las asistentes. El libro, con 215 páginas y 206 fotos, se regalará a las bibliotecas y colegios de la zona. El proyecto, del Grupo de Desarrollo del Valle del Ese y en el que también ha colaborado el Ayuntamiento de Valdés, necesitó de una inversión de 7.000 euros.