Cudillero, Sara ARIAS

«Dormir duermes, porque ya estamos acostumbrados al ruido, pero hay noches que es horrible, no se callan ni un momento», explica Raisa Martínez Prendes, vecina de Cudillero. Y es que la colonia de gaviotas que anida en la villa pixueta es una tortura para los residentes. Ruidos, excrementos y fachadas y tejados con suciedad son los problemas que generan. De hecho, durante mayo y junio, coincidiendo con su etapa de celo, se hace más insoportable la convivencia entre humanos y animales. «Están aceleradas», opina Arturo Cuervo, dueño de uno de los restaurantes de la plaza de La Marina.

También los hosteleros se ven afectados. Deben limpiar constantemente el suelo, pintar las fachadas y cambiar las sombrillas, toldos y mobiliario de las terrazas. «Es una verdadera lata, lo único que generan es porquería», afirma Arturo Cuervo, dueño de uno de los restaurantes de la plaza de La Marina. Asegura que debido a la corrosión que producen las heces de las gaviotas «cada poco tenemos que cambiar todo y si algún cliente quiere bajar la sombrilla para disfrutar del sol se arriesga a que le caiga encima una cagada», detalla.

Otro hostelero, José García Marqués ha pintado hace poco la fachada de su local «y ya está sucia», advierte. Ambos coinciden en que es necesario tomar medidas: «No se trata de aniquilarlas pero sí tener un control», propone Cuervo.

Hay tantas gaviotas que algunas ya son conocidas, como «Mari Carmen», que todos los días cuando el camión del pescado llega a la pescadería ella se deja ver: «Baja siempre, por la mañana y ahora poco tardará en venir y se pone ahí a ver si cae algo», explica Jesús Torres, tras aparcar su vehículo.

Pero no todas son tan amigables como «Mari Carmen». «Si tuviésemos una cuarta parte bastaba, no es sólo el ruido, anidan en los tejados y se llenan de porquería y hierbas, de las semillas que quedan del alimento de los pollos», comenta María Vega. Pero no todos los vecinos están en contra. Manuel Pérez, conocido como «Ugarte», asevera: «A mí no me molestan nada, tiene que haber gaviotas, ¿no las puso la Naturaleza ahí? Tienen el mismo derecho que nosotros».

Cada vez más las gaviotas anidan tierra adentro. La caída de la pesca las obliga a buscar entre la basura el alimento. En Cudillero han descubierto que «Mari Carmen» no está sola.