Beveraso (Allande),

Pepe RODRÍGUEZ

«Es una niña muy nerviosa», dicen los que la conocen bien. Quizás por eso la pequeña Lucía Queipo, de 10 años de edad, no lo pensó dos veces y echó a correr. Y lo hizo para buscar ayuda para su hermana mayor, Marta. El jueves, ambas regresaban a su casa en Beveraso (Allande) en el taxi escolar que las transporta a la escuela, en Pola. En el puerto de La Marta el automóvil cayó por una terraplén. Un árbol paró el coche, a una veintena de metros de la carretera, y salvó la vida de sus tres ocupantes: el conductor y las dos niñas.

Subieron hasta la carretera los tres y Lucía, asustada pero muy consciente, vio que su hermana estaba mareada y le dolía mucho un oído. Así que sin pensar en nada más que en ayudar, se puso a correr hacia al pueblo de Penouta con la intención ir a «casa de Elena» para pedir auxilio. Lucía ni pensó en los más de seis kilómetros que tenía por delante, ni en que su calzado estaba en un estado lamentable tras el accidente.

La pequeña heroína se recuperaba ayer en su casa, mientras que su hermana Marta permanece ingresada en el Hospital Central de Asturias, donde se les está examinando el oído y se la mantiene en observación. Durante el fin de semana permanecerá ingresada y, si todo va bien, tal y como esperan los médicos, es probable que sea dada de alta a principios de la semana que viene. Lucía no necesitó ser ingresada, al igual que el taxista. En la mañana de ayer tuvo que recibir curas en sus pies, pues sufrieron mucho con su carrera desnudos por el asfalto del alto de la Marta pero. Por lo demás, está en buen estado.

En la casa de la familia Queipo de Beveraso, la única habitada del pueblo, hoy se respira con alivio por lo que pudo ser y, por fortuna, se quedó en un grave accidente sin consecuencias vitales. La familia está impactada por lo sucedido.

Las niñas iban hacia su casa en Beveraso, un pueblo a 32 kilómetros de Pola de Allande. En el recorrido tienen que atravesar el alto de La Marta, de más de mil cien metros de altitud. Eran las cuatro y media de la tarde cuando se produjo el accidente.

Fue el tío de Lucía el que interceptó a la pequeña a unos 100 metros de Penouta y de la casa de la amiga de su familia, Elena. El tío había recibido el aviso del accidente y cuando iba por la carretera se encontró a la niña corriendo y muy nerviosa, con los pies destrozados. Ésta le contó lo que había pasado y de forma inmediata se pidió ayuda a los servicios de emergencia.

Todos saben, no sólo en esa familia sino en todos los pueblos que están en esa parte del concejo de Allande -muy alejada de los núcleos urbanos- que la caída por esa ladera del alto de La Marta es muy peligrosa. Hay muy poca vegetación de entidad como para poder parar un vehículo y de no haberse topado con el árbol, casi solitario en medio de la ladera, la desgracia habría sido mucho mayor. Unos y otros se hacen cruces pensando en que, dentro de la mala suerte que genera cualquier accidente, hubo cierta dosis de fortuna en el desenlace final del choque, que se saldó sin graves perjuicios personales.

Sin embargo, en todo el concejo de Allande de lo que se habla es de la gran valentía demostrada por Lucía Queipo y su esfuerzo, denodado y desinteresado, por tratar de ayudar a su hermana y al conductor que les lleva todos los días a la escuela.

Beveraso (Allande),

Pepe RODRÍGUEZ

Para llegar de Beveraso a Pola de Allande hay que recorrer 32 kilómetros de alta montaña. Los primeros cinco son de pista de tierra, incluso en algunos tramos con roderas enormes que impiden la circulación de turismos, de manera racional al menos. Los siguientes diez kilómetros son de una gran estrechez, por donde es casi imposible cruzarse con otro vehículo sin tener que parar y hacer maniobra. El asfalto existe, sí, pero lleno de baches y en un estado lamentable.

A partir del pueblo de Penouta el firme mejora, y mucho, con los últimos arreglos que se han hecho en la carretera del alto de La Marta. Pero la estrechez permanece y, al tratarse de una vía de alta montaña, circula a una altitud casi permanente de más de mil metros, con una gran caída de ladera desnuda de vegetación de envergadura al lado derecho.

Tras tres cuartos de hora, suponiendo que el conductor conozca la carretera con suficiencia, de difícil trayecto, se llega a Pola de Allande. Y eso sin tener en cuenta que, en invierno, la nueve y el hielo son compañeros de viaje inseparables durante todo el trayecto.

Pues esa es la odisea que, a diario, viven las niñas de la casa Queipo de Beveraso para acudir al colegio. Un recorrido de ida y vuelta que les consume más de una hora y medio. Y puede ser aún más impresionante el viaje si hay que ir hasta el Instituto de Cangas del Narcea, algo que tiene que hacer la mayor de las tres hermanas Queipo, Yolanda. A lo descrito anteriormente hay que sumar otros casi 30 kilómetros hasta Obanca, en Cangas. Las hermanas Queipo ejemplifican el esfuerzo de muchos niños de la Asturias rural por acudir a diario a la escuela.