La calzada entre Salas y la Espina es la mejor experiencia didáctica de las inocentadas políticas de los últimos años. Al ver todo lo hecho en la vía, cuyas obras quedaron suspendidas por el inefable Pepiño Blanco, se tiene la sensación de burla y atropello. Es imposible no preguntarse por la utilidad que tendría el dinero despilfarrado para cubrir no pequeña parte de las necesidades de la comarca. Inolvidable aquel día de julio de 2010 cuando el señor Blanco vino a inaugurar el tramo entre Grao y Doriga. Alcaldes y prohombres de su partido lo rodearon de cariño. El ex diputado Álvaro Cuesta, para quien hace poco se pidió una canonjía, le escanciaba sidra. Acabo de recorrer la susodicha calzada, limitada a 80 kilómetros por hora y sin apenas oportunidad de adelantamiento. Al lado se ven las obras realizadas, muestra inequívoca de un derroche de dinero y de mentiras injustificable. Todo un oprobio. La inocentada política se ubica entre Salas y la Espina. Ni tan siquiera la niebla podrá esconderla.