Está en el candelero el proyecto gubernamental de fusionar ayuntamientos para ahorrar dinero -ocho mil millones anuales del ala- y con el objetivo de conseguir una mayor eficacia en los servicios municipales. Eso está muy bien porque en mi pueblo, en el concejo de Salas, se acercaba una de sus fiestas más populares y llevaba más de un mes averiada una de esas lámparas modernas que se encienden cuando oscurece y se apaga cuando cantan los gallos. Se llamó al Ayuntamiento y en la centralita dijeron que tomaban nota. Pasaron las semanas y no hubo reposición de la bombilla pese a que se insistió en las llamadas al Consistorio. Finalmente, la víspera del festejo, se reclamó línea directa con el Alcalde, que minutos después mandaba a un operario a instalar una lámpara nueva, que resultaba fundamental para la fiesta por estar situada en lugar estratégico.

Desde Madrid no han dicho nada aún si con la fusión de ayuntamientos las lámparas del alumbrado público, que es servicio vital en los pueblos, van a ser repuestas sin tener que llamar al alcalde para que él resuelva personalmente el asunto o si habrá unos equipos de electricistas mancomunados para atender con rapidez estas averías. Si se quieren ahorrar ocho mil millones de euros puede que haya que aligerar plantillas y a lo peor ocurre que es el alcalde quien, escalera en mano, tiene que ir a los pueblos a cambiar las lámparas.

Las centralitas de los ayuntamientos son las receptoras a diario de innumerables llamadas desde los pueblos. La canalización de las mismas hasta llegar a la madre del cordero parece que no es muy eficaz, y a las pruebas me remito.

Antes de que el alumbrado público funcionase mediante un moderno sistema bastaba con que el vistor del pueblo viese que se había fundido una bombilla para que él mismo, con la ayuda de cualquier vecino que tuviese una escalera larga, solucionase el problema.

Pero las lámparas de ahora son tan sofisticadas que precisan saber ingeniería para cambiarlas. Me temo que además de fusionar ayuntamientos, habrá que reciclar equipos y coordinar servicios.

Y, sobre todo, tener responsabilidad en el trabajo asignado a cada cual. O, en todo caso, volver a las viejas bombillas, para cuyo recambio no hacen falta títulos. Basta con avisar al vistor. Y, además, no cobra.