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Ibias no pierde la costumbre de la mallega

Los vecinos recuperan la antigua tradición de trillar el centeno, cuyo cultivo casi se ha perdido en el concejo "Está bien para que los niños conozcan lo de antes", celebran los asistentes

Manuel Oviaño introduce la paja en la trilladora. DEMELSA ÁLVAREZ

Unos 20 años llevaban paradas en diferentes casas del concejo de Ibias las tres piezas que componen la denominada antigua máquina de mallar. Hace un lustro, con la iniciativa de los vecinos, los cazadores y el Ayuntamiento se decidió desempolvar las tres partes de la máquina: el motor, la malladora y la ventadora para crear la popular fiesta de la Mallega y recuperar por un día la antigua tradición de trillar el cereal, en el caso de Ibias, el centeno.

Y así sucedió ayer a mediodía. Decenas de personas acudieron al recinto ferial de El Foxo de San Antolín para ver a una veintena de hombres trabajando en la mallada del centeno, una costumbre que en el concejo se da prácticamente por extinguida. "Hasta hace unos 15 años venía una máquina moderna de Cangas del Narcea para hacer las últimas malladas que se celebraron, ahora sólo unos pocos siembran cereal y lo mallan a mano", explica Manuel Oviaño, uno de los propulsores de la fiesta y concejal.

Además, de la mallada con máquina también se representó la manual, con malles: unos artilugios que se utilizaban para golpear la paja de modo que se soltase el grano. Estaban construidos de forma artesanal en las casas con dos tipos de madera. La zona destinada a golpear el cereal, denominada pertago, estaba hecha de madera de acebo, más dura para soportar los golpes contra el suelo; el mango del malle, más largo y estrecho, se conoce como moca, y solía ser de madera de avellano, más ligera para su manejo. La unión de ambas partes se realizaba con una cubierta de piel de vaca y recibe el nombre de xugo.

Esta forma de trillar los cereales se mantuvo en Ibias hasta los años 60, cuando comenzaron a aparecer las máquinas, y como se pudo ver ayer en San Antolín, consiste en la colocación de dos parejas dispuestas en frente que van golpeando con los malles, de forma alterna y acompasada, la paja situada en el suelo. A Marisol Fernández, oriunda del pueblo de Omente, presenciar este tipo de mallada le trasladó a su infancia. Relata que en su pueblo, donde siempre se preparó el cereal a golpe de malles y no con máquinas, se aprendía a mallar desde pequeños.

"Hace ilusión verlo, recordar viejos tiempos y sobre todo para que los niños, como mi hijo, conozcan las costumbres de antes, dijo Carmen Pérez, de San Clemente, pero residente en Barcelona.

Desde Barcelona también llegó uno de los encargados de hacer funcionar los malles. Teolindo Fernández, originario de Busante, lleva 45 años en la Ciudad Condal pero eso no ha hecho que haya olvidado las tradiciones de su pueblo y cada año participa en la Mallega. La fiesta tiene asegurada su continuidad con la nueva corporación, ya que la alcaldesa, Silvia Méndez, considera que "es importantísimo que se recuperen y se muestren las tradiciones del mundo rural".

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