Irrondo de Besullo, en Cangas del Narcea, fue tradicionalmente un pueblo de cesteiros, artesanos que se dedicaban a fabricar cestos para las más diversas actividades en el campo. Con el paso de los años y la modernización de la agricultura los cestos dejaron de ser imprescindibles y el oficio comenzó a desaparecer. Para traerlo de nuevo a la memoria, la Concejalía de Cultura del Ayuntamiento de Cangas del Narcea ha decidido dedicar su XV Semana Cultural a los cesteiros de Irrondo de Besullo.

Dos de los protagonistas de la semana son los vecinos de Irrondo Mario Simón y José Cordeiro, que hace unos meses decidieron retomar la tradición de hacer cestos, algo que habían aprendido de niños. "Hacía falta alguna cesta y nos arrancamos otra vez en el oficio que pensamos que habíamos olvidado", explica José Cordeiro.

Hasta hace dos años, era José Castrosín quien proveía al pueblo de cestos. Pero su fallecimiento obligó a la siguiente generación a retomar el oficio para evitar su pérdida. José Castrosín, quien recibió ayer un homenaje póstumo durante la inauguración de la semana, se mantuvo activo en el oficio hasta el final. Una de sus hijas, Tina Castrosín, recuerda que "vivía para hacer cestos, le relajaba y, sobre todo, le encantaba preparar la madera".

Pero, aunque en los últimos tiempos hacer cestos se había convertido en su afición, años atrás era la forma que tenía para completar los ingresos en su casa de labranza. "Trabajó mucho para criar a los hijos, porque la labranza mucho no daba, así que había que sacar de donde se podía e iba a las ferias con los cestos", explica su mujer, María Agudín.

Los guardianes de la tradición en Irrondo, Mario Simón y José Cordeiro, participaron en el homenaje a su vecino con una demostración del oficio en la Casa de Cultura, donde se abrieron las puertas de la exposición de cestos guiada por el director del Muséu del Pueblu d'Asturies, Juaco López.

Ambos se iniciaron en el mundo de los cestos de niños. Simón recuerda que comenzó a hacer cestos pequeños con una navaja cuando iba a cuidar las vacas en los prados. Luego fue haciéndolos más grandes y "los vendía a tres pesetas en Cangas, los llevaba un vecino". Cordeiro los hizo hasta que se fue a hacer la mili: "Me enseñó mi abuelo y los hice doce años seguidos, cuando volví de la mili fui a trabajar y lo abandoné hasta ahora".

Los cestos, hechos con madera de avellano, se usaban para sembrar patatas, para abonar fincas o trasladar materiales de obra, tareas en las que los sustituyó la llegada del tractor y los envases de plástico. En Irrondo, los vecinos de sus 16 casas se dedicaron hasta hace unos 30 años a hacer cestos que luego vendían en las ferias de Cangas y Allande.