De un azul intenso, tan intenso como el mar o el cielo que ayer lucía Tapia, era la alfombra floral que pisó, al salir de la iglesia parroquial de San Esteban, la Virgen del Carmen, patrona de los marineros. En su día grande, en la villa tapiega se congregó una multitud para acompañar a la imagen por su recorrido tradicional hasta el puerto, donde la Salve Marinera, cantada al unísono por centenares de gargantas, constituyó el punto álgido de la celebración. El sol y el calor que acompañaron a la celebración pusieron el broche a un día redondo.

Pasada la una de la tarde, tras la misa solemne, la silueta de la Virgen del Carmen apareció por la puerta del templo y, entre aplausos, inició su recorrido sobre el suelo alfombrado con tanta dedicación por los tapiegos. Escoltada por las mozas y mozos vestidos con impecable camisa blanca y pañuelo marinero azul al cuello, y sobre los hombros de marinos, la talla recorrió entre vítores y aplausos las calles céntricas de la localidad, atravesó el arco floral junto a la fuente del Pilón y se adentró en los estrechos callejones del barrio de San Blas. Acabó desembocando entre el gentío que aguardaba en el muelle, donde se dieron las escenas más emotivas, bajo el ensordecedor toque de sirenas.

Allí se vivió con emotividad el recuerdo por los fallecidos en la mar y la petición de protección para todos aquellos que se ganan la vida faenando en las peligrosas aguas del Cantábrico. A continuación tuvo lugar el saludo de la imagen a todos los pescadores. Primero, los que faenan en el Gran Sol, este año con la única presencia del "Villaselán", y la baja, ya definitiva, del histórico "Siempre Terín". Una estruendosa salva de voladores puso el punto y aparte en la procesión, que continuó para hacer escala frente a la lonja de pescadores y en El Pouso, donde se encontró con las embarcaciones de bajura mientras sonaba el "Asturias Patria Querida".

Los sentimientos estuvieron a flor de piel durante toda la mañana. "A mí se me ponen los pelos de punta cuando llega la Virgen al puerto. Me gusta mucho el mar, y es un día muy especial", aseguró Rodrigo Arias, que sostenía en brazos, y vestido como marca la norma, a su hijo Martín, de 19 meses. "Nos sentimos tapiegos, y estamos orgullosos de ser de aquí en un día como hoy", expresó.

Las alfombras, que resplandecían bajo el sol, llenaron de color las calles de la villa. Obras de un arte efímero que atrajo a numerosos visitantes, cámara en mano, para inmortalizar sus detalles. Unas creaciones que suponen mucho más que una mera decoración para quienes las trabajan. "Desde principios de año se comienza a preparar todo. Llevan macarrón, sal teñida y arenilla, también arroz y flores", aseguraba Sonia Castrillón, que se emocionaba al explicar que "es un sacrificio que se hace, pero que supone, en el día de hoy, una enorme gratificación".

La celebración tapiega de este año incluyó, además, una costumbre que se quiere mantener en ediciones venideras. El regidor, Enrique Fernández, actuó de anfitrión para tres homólogos: el alcalde de Cangas de Onís, José Manuel González Castro; el de Santo Adriano, Jesús Muñiz Castro, y el de Abadín (Lugo), José María López Rancaño, que se llevaron una magnífica imagen de la devoción y la dedicación con la que los tapiegos veneran a su imagen más querida. Tampoco faltaron a la cita los pequeños barcos realizados a mano con latas por Luis Pérez, que adornaron un rincón en el muelle de la localidad.