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García de Loza presenta en Navia "Amistad perdida", su ópera prima

La profesora y escritora coañesa rememora en la novela los veranos en el Occidente: "Todo era maravilloso entonces"

Ana García de Loza, con su obra "Amistad perdida". G. G.

El amor, las pasiones de la juventud, la vida en Mieres, los veranos en Loza (Coaña) y una amistad truncada. Estos son los ingredientes que, aderezados con dosis de nostalgia y píldoras de psicología, han servido a Ana García Pérez, que en el mundo literario es Ana García de Loza, para escribir su primera novela. "Amistad perdida" se presenta mañana en la villa de Navia (19 horas, espacio El Liceo).

La obra, que tiene mucho de autobiográfica, ha sido una terapia para la autora, que ha podido "purgar el corazón", y al mismo tiempo echar la vista atrás, a un tiempo que recuerda como "maravilloso".

Ana García de Loza, que ejerce como profesora de Educación Física del Colegio Internacional Meres y fue durante años entrenadora de atletismo universitario, nació en Coaña, pero a los pocos meses se fue a vivir con sus padres a Mieres. Allí transcurrió su adolescencia, durante la década de los setenta y ochenta, salteada siempre con sus visitas al Occidente durante los veranos: "Mi padre y mi madre eran emigrantes, y yo siempre me he sentido dividida por estos dos lugares".

Recuerda, por ejemplo, la "odisea" que significaba viajar hasta Loza y Navia para pasar las vacaciones, sobre todo por las malas comunicaciones. "El viaje por la Espina era un horror", describe. Aunque, una vez en la tierra de su familia, "todo era maravilloso entonces".

De aquella época, de aquellos periodos en Loza y en Navia, surge la historia que relata en la novela. Una historia de una fuerte amistad que, con el paso de los acontecimientos y del tiempo, acaba truncada. "Invito a los lectores a que descubran cuál es el motivo por el que pasó esto", dice García de Loza, que recuerda cómo sintió "alivio y descanso" cuando puso el punto final a su obra.

La autora promete a los lectores, además, "un rato agradable, recordando su infancia y su adolescencia, el primer amor, aquellos veranos apoteósicos", ya que considera que toda una generación paso por circunstancias similares, aunque no todos lo han expresado por escrito. "Cuando una persona pone palabras a su vida, lo que siente trasciende y permanece", subraya

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