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El Partido Socialista Andaluz abre delegaciones en toda España

La exhibición de mando de Susana Díaz en el congreso del PSOE

El poder de Pedro Sánchez en el PSOE duró apenas doce días, los que van desde su elección en primarias abiertas a todos los militantes el día 13 hasta su postración a los pies de la presidenta de Andalucía el pasado viernes. Desde entonces cada vez que el secretario general del PSOE abra la boca oiremos cómo habla Susana Díaz. Da igual lo que diga o deje de decir. Todos sabemos ya que quien mueve los hilos del guapo madrileño es la desgarbada andaluza, dispuesta a abrir sucursales por todo el país del Partido Socialista Obrero Español de Andalucía.

Pedro Sánchez puede entrar en el libro de los récords al personaje que tira a la basura en menos tiempo una autoridad política y moral lograda en las urnas. Ganó las primarias socialistas por tener mejor labia e imagen que Eduardo Madina y, sobre todo, por el apoyo de los socialistas andaluces. Pero cualquiera medianamente enterado de las cosas de la política sabe que las urnas limpian todo lo pasado. Un triunfo electoral da un capital político inimaginable. Sin salir del Partido Socialista, Zapatero era Bambi hasta que ganó las elecciones de 2004 y, de un día para otro, pasó a ser todo un estadista. Y así siguió durante años hasta que los desastres de su gestión mostraron que detrás de la capa de vencedor electoral no había nada.

Pero, claro, el capital político hay que ejercerlo. Mejor o peor, pero ejercerlo. Que todos sepan quién es el nuevo líder. Y emplear el poder legítimamente obtenido no tiene nada que ver con ser un dictador o un déspota. Evidentemente quienes ayudaron al nuevo mandamás querrán mantener su influencia. Algunos, incluso, intentarán rendirle, someterle. Obligarle a comer siempre de su mano. Eso es lo que hizo Susana Díaz con el nuevo secretario general socialista.

Pedro Sánchez ganó las primarias prometiendo otras elecciones en noviembre para decidir el candidato del PSOE a la Presidencia del Gobierno, el hombre o la mujer que deberá retar a Mariano Rajoy en el próximo combate por la Moncloa. Pero a la presidenta andaluza no le interesaban estas nuevas primarias abiertas no sólo a los militantes, sino también a todos los simpatizantes socialistas. Si Pedro Sánchez había logrado una gran autoridad ganando el 13 de julio, una nueva victoria electoral en noviembre le dejaría sin rivales en el partido durante mucho tiempo. Y el triunfo del madrileño era cuestión cantada ante un par de alternativas marginales. Ningún candidato de peso osaría enfrentarse al líder recientemente elegido. Sería acusado de desestabilizar el partido cuando se recuperaba de un momento muy difícil.

No habían pasado unas horas de la victoria de Sánchez cuando el muecín andaluz sentenció que ya no hacían falta nuevas primarias. Al poco el recientemente elegido secretario general empezó a recular con su promesa. Primero dijo que noviembre quizá no era el momento adecuado. Luego la promesa simplemente desapareció del discurso oficial del nuevo PSOE. Ahora dicen que lo mirarán en septiembre. El cerco de Susana Díaz sobre el nuevo líder se estaba estrechando.

Tras atarle en corto al día siguiente de su elección, la andaluza le dio carrete. Pedro Sánchez habló con unos y con otros para formar su equipo. Al asturiano Javier Fernández, el único presidente autonómico del PSOE que llegó al cargo tras ganar unas elecciones (Susana Díaz ni era candidata ni los socialistas andaluces ganaron las autonómicas), le prometió el pasado martes mantenerle en la presidencia del consejo de política federal, cargo que le garantizaría un puesto en la ejecutiva socialista.

Susana Díaz seguía dejándole hacer. Le pidieron a ella que fuese la presidenta del partido, un puesto sin poderes ejecutivos pero con mucha relevancia. Los anteriores en el cargo habían sido los también presidentes andaluces Manuel Chaves y José Antonio Griñán. Ella se resistió y se dejó querer a la vez durante un par de días. Hasta que quedó claro que el puesto debía ser para una mujer andaluza. Una vez garantizado el objetivo, el PSOE ya anunció que la presidenta sería Micaela Navarro, una consejera del Gobierno de Susana Díaz.

Entonces, con una ingenuidad candorosa, al nuevo líder socialista le hicieron ver que Susana Díaz era una gran figura del partido y que se quedaba sin nada. La única solución era apartar a ese hombre llegado del Norte para situar a Susana Díaz al frente del consejo de política federal, una suerte de jefe de los "barones" regionales del PSOE.

El órdago de la andaluza era fuerte. Estaba pidiendo a Pedro Sánchez que incumpliese la promesa dada a uno de los hombres fuertes del partido, posiblemente el político con más historia socialista en la dirección del PSOE tras la jubilación de Rubalcaba. Si Susana Díaz lograba su objetivo, la pieza ya sería suya. Sánchez habría dilapidado toda la autonomía ganada en las primarias. En la apuesta la presidenta andaluza ponía sus 241 compromisarios (frente a los 45 asturianos). Pedro Sánchez también tenía buenas bazas para jugar. Si Susana Díaz rompía la armonía del congreso, quedaría como la malvada que anteponía sus intereses personales a los del partido. Pero el nuevo secretario general del PSOE bajó la cabeza y obedeció. A partir de ahora le costará mucho volar en libertad.

Con la presidencia del partido, la dirección del consejo de política federal, cinco secretarías de área, otras dos vocalías, y el secretario general maniatado, el Partido Socialista de Andalucía domina el partido de arriba abajo.

Javier Fernández también lanzó su órdago el sábado y salvó los muebles para los socialistas asturianos con la presidencia de un fantasmal consejo de energía e industria de nueva creación. Ahora deberá mantener un difícil equilibrio para que la Federación Socialista Asturiana mantenga su autonomía frente a la oleada de aperturas por toda España de franquicias del Partido Socialista Obrero Español de Andalucía. Para lograrlo sólo le queda volcarse en renovar su partido en la región y hacer frente, desde el Gobierno, a los muchos problemas de Asturias. Si, además, consigue imponer unas gotas de sensatez en la dirección nacional del PSOE, su plante del sábado frente a la marea andaluza habrá merecido la pena.

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