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Joaquín Rábago

Paraíso fiscal

La baja tributación europea atrae a las empresas estadounidenses

La prensa económica llevaba estos días varias noticias sobre compras o al menos intentos de compra de empresas europeas por parte de sus grandes rivales norteamericanas.

Así, el gigante estadounidense General Electric ha intentado engullirse a la francesa Alstom mientras que la farmacéutica Pfizer buscaba hacer lo mismo con la británica AstraZeneca para establecer en Londres un nuevo holding.

Según el servicio de datos financieros Dealogic, citado por la revista Die Zeit, sólo en los diez primeros meses de este año, las empresas estadounidenses se han hecho con 230 firmas europeas.

Esa nueva fiebre compradora tiene que ver por un lado con la frustrada reforma fiscal del gobierno de Barack Obama -frustrada por culpa de los republicanos- y por otro con las ventajas que supone la más baja tributación europea.

Según datos de la OCDE, los beneficios obtenidos por las empresas registradas en Estados Unidos están sujetas a una tributación del 35 por ciento, que puede llegar a un 39,1 por ciento si se incluyen los impuestos locales.

Obama había propuesto reducir el impuesto a un 28 por ciento e incluso bajarlo a un 25 por ciento en el caso de empresas del sector productivo a condición de que pagasen un determinado tributo en Estados Unidos por las ganancias obtenidas fuera del país. Mientras tanto, en Alemania, el impuesto de sociedades es de un 30,2 por ciento; en Suiza es de un 21,1 por ciento, en Gran Bretaña, de un 21 por ciento y en Irlanda, de sólo un 12,5 por ciento.

Conocedores de esos datos, los accionistas de empresas radicadas en Estados Unidos presionan para que se les abonen fuertes dividendos o se inviertan los millonarios beneficios en empresas extranjeras que ofrezcan a su vez fuerte rentabilidad.

Y es que de acuerdo con las leyes norteamericanas, las empresas de aquel país pueden establecer su sede legal en otro cuando en una fusión la empresa extranjera adquiera como mínimo el 20 por ciento del total de acciones.

Es una forma hábil de evadir impuestos a la que recurren cada vez más empresas y que demuestra la urgencia de llegar a una armonización a nivel global que acabe con esa competencia desleal entre países, de la que Irlanda es como hemos visto campeona.

Ya se anunció que se haría algo hace cinco años en la cumbre londinense del G20, bajo el impacto de la crisis, pero aún seguimos esperando.

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