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Cien líneas

Carro

Dicen, y me lo creo, que el Real Oviedo va a disponer un carro, tirado por semovientes de gran poderío, para recorrer la ciudad sin descanso: todos los oportunistas se podrán subir... a posteriori. Bueno, un carro es apenas intendencia para el tsunami de azules sobrevenidos en curso. Harían falta caravanas a fin de acoger a los que, sin error, cabe denominar como posterioristas.

El domingo, en el Carranza, bloqueados en una grada hasta las diez y cuarto de la noche, dio tiempo para mil reflexiones paralelas a las celebraciones.

Lo que más corría entre los aficionados era aquella foto de hace doce años en la que aparecían, aplaudiendo entusiasmados en el palco del Engendro, Gabino de Lorenzo, Agustín Iglesias Caunedo, Isidro Fernández Rozada, Alfonso Román López, Jaime Reinares y tal y tal y tal. El PP en pleno, capitaneando la liquidación del Oviedo. Ni a mil tristes carros que se suban lograrán algo de ésta. Y los terceristas que durante más de un año cubrieron de injurias al Grupo Carso, lo mismo: ¡a contar muiles! Por mucho que ahora intenten trepar a la galera hasta el leal burro de tiro les dará coces.

La gesta del Real Oviedo, que estamos viendo y disfrutando, se hizo contra mil traiciones. Por eso es tan potente. Una identidad muy asturiana como se vio sobremanera en 722 o en 1808. Nuestra clave a fin de cuentas es resistir como leones o, si se quiere, como osos, y después avanzar de forma imparable.

En ésas estamos ya: como cohetes hacia Primera. Libre de liquidacionistas, terceristas y posterioristas, el gran carro de la victoria azul lanza llamaradas por el cielo como aquel de Elías. Y corre a la velocidad del rayo tal que el mismísimo Aquiles.

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