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Alberto Menéndez

Politiquerías varias

De cómo los errores de Podemos en Gijón le dejan sin la Alcaldía de Oviedo

Viejos, tradicionales, nuevos, emergentes, es lo mismo. Son partidos y como tal actúan. Es lo esperado. Lo lógico. Quien llega a la política lo hace para hacer las cosas a su estilo. Se supone que de la mejor manera posible. Por supuesto, no siempre es así. Sería lo deseable, pero, como es fácil de constatar en los últimos años, las excepciones son tantas que la sospecha se ha convertido en norma cuando de lo que se trata es de confiar en quienes se encargan de la cosa pública.

La democracia española es la que es. Y si la comparamos con la situación de otras épocas no tan lejanas de su historia lo importante es que es. Hay democracia, una obviedad, por supuesto, pero una obviedad que hay que resaltar porque hay demasiados ciudadanos, gente, electores, como se les quiera denominar, que se olvidan de que esos tiempos existieron. Que hubo una Transición y que, con corrupción, con mucha corrupción, es cierto, España pasó a ser Europa y vivió su más largo periodo de estabilidad democrática. Descabellado sería no tener esto en consideración y tirar a la basura todo lo bueno logrado en las últimas cuatro décadas.

Llegar puro, virginal, inmaculado a la política es muy difícil. La mayoría de los dirigentes de Podemos y de Ciudadanos (locales, regionales y nacionales) tiene un pasado. No llegaron de la nada, de un vacío ideológico. Otra cosa es que no ocuparan puestos, bien porque no quisieran, bien porque no pudieran o bien porque ni siquiera lo intentaran. Pero estaban ahí y vieron y vivieron situaciones determinadas que, ahora, con el paso del tiempo, les sirven de enseñanza para sus propios comportamientos.

¿O es que alguien piensa que lo sucedido en Gijón en las últimas semanas no tiene nada que ver con las rencillas de muchos años en la izquierda y la extrema izquierda locales, con las agrias disputas sindicales, con discrepancias políticas que pasaron a ser personales?

Alguien aprovechó la nueva situación política, con la irrupción de Podemos y de la candidatura municipal Xixón Sí Puede, para pasar factura al PSOE. Incluso aunque ello supusiese mantener en el poder al partido de Francisco Álvarez-Cascos, representante de la derecha más extrema del país, como quedó de manifiesto a lo largo de su extensa carrera política, en la que llegó a ser la mano derecha de Manuel Fraga y de José María Aznar.

Lo sucedido en Gijón pone de manifiesto que la politiquería no es algo exclusivo de los partidos tradicionales.

Y gracias a esa politiquería los seguidores gijoneses de Pablo Iglesias han logrado el gran éxito de dejar a su partido sin la Alcaldía de Oviedo. Al final, Somos de la capital del Principado ha evitado el ridículo total de que Podemos facilitara a la derecha el poder en los dos grandes concejos asturianos, Oviedo para el PP, Gijón para Foro. Pero con pena, con mucha pena. Lo hizo votando al candidato socialista ovetense, Wenceslao López, que se convierte así, paradójicamente, en alcalde precisamente tras las elecciones en las que su partido menos votos municipales ha sacado.

La jornada de ayer ha evidenciado que la experiencia es un grado y que hasta para llevar a cabo politiquerías hay que estar preparado. También ha quedado constatado que el resentimiento, el rencor, no es lo más apropiado en política. Alguien tendrá que explicar en Podemos qué diferencia hay entre los socialistas de Oviedo y los de Gijón, cuando ambos forman parte de la Federación Socialista Asturiana. Alguien tendrá que explicar en Podemos por qué dieron la Alcaldía al partido de Francisco Álvarez-Cascos, la derecha más derecha, y se la quitaron a Ana Taboada, de su mismo partido. Alguien tendrá que explicar en Podemos si realmente están dispuestos a hacer política de verdad, olvidándose de la politiquería.

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