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La roca y el silencio

Entretenimientos territoriales del Reino Unido y Almodóvar

Londres acusa a España de entrar ilegalmente en aguas gibraltareñas y Almodóvar rueda en Madrid. Lo primero tiene un toque simpático; no le faltan a España entretenimientos territoriales y encima cuenta en su suelo con una colonia de tanta importancia estratégica que ya Tarik se atrincheró allí apenas había llegado para invadir la península. Inglaterra fue dueña de Calais muy antiguamente, pero Francia lo recuperó. Bueno, y la historia de Hong Kong habla por sí sola. No es que hable, es que explica el futuro. A ver quién va asumiendo tareas coloniales -aunque se llamen de otra forma- en tiempos venideros. Necesitará usted pasaporte, decía en letra pequeña y difícil de advertir un colorista anuncio de prensa que te exhortaba a conocer los encantos de la Roca, ese exotismo anacrónico que adorna el patio nacional por su esquina sudoeste. Lo del pasaporte en letra pequeña -con el miedo que da siempre la letra pequeña, quién la inventaría- era para no molestar. Tarik no llevaba pasaporte, pero sabía que podía vencer a los godos, que se llevaban fatal. Él con Muza también, pero eso es otra historia.

Y en el centro de la península a la que llegó Tarik, Almodóvar hace una película. Eso es conocimiento del medio, sabiduría telúrica. De Madrid en agosto ya se ha dicho casi todo. Silencio, poco tráfico, sentimiento vecinal revivido; te acuerdas de lo que escribía Haro Tecglen a propósito de la posibilidad de que Barcelona fuera la capital de España (una idea interesantísima, por cierto, puede que hasta una solución: ¿nadie la discute?) Con lo bien que viviríamos aquí cuatro paletos, decía Haro. Almodóvar, que es de pueblo y sabe cosas, le saca partido a Madrid y rueda una película de nombre tan exótico como "Silencio", ese lujo que hay que saber buscar. Tengo un amigo -en una ciudad que no es Madrid- que se queja con amargura de los decibelios estivales que no le dan tregua. Madrid ofrece la solución estacional a quienes padecen esos problemas. Silencio no es exactamente un título muy novedoso, ya Bergman tiene una película que se llama así. Vista en versión original -otro lujo en extinción- la película de Bergman te daba una sorpresa. Aparece en ella una cuadrilla de enanos; uno de ellos abre la boca para hablar español, tardas un segundo en darte cuenta de que, puesto que no hay doblaje, es que los enanos no son suecos precisamente. El público se rió. Hace bien España en irritar la sensibilidad territorial de Londres -no van a sufrir siempre los mismos, caray-. Ay, Hong Kong. Qué historia tan clara.

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