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Joaquín Rábago

Trabajadores estrechamente vigilados

Sobre empresas que someten a constante observación a sus empleados

Muchos lectores habrán visto la escena más hilarante y famosa de "Tiempos Modernos" en la que Charlot, convertido en una especie de robot humano, aprieta tornillos mecánicamente. Su automatismo es tal que cuando se separa de la inhumana cadena de montaje, el personaje que interpreta sigue ejecutando involuntariamente los mismos movimientos.

Si el fordismo se ha atemperado desde entonces, se dibujan ya en el horizonte nuevos métodos de explotación del trabajador aunque se disfracen hábilmente muchas veces de preocupación por su bienestar o su salud física.

Un reportaje reciente del "Financial Times", bajo el título de "La nueva frontera de la vigilancia del personal", nos habla de una empresa llamada "Profusion" cuyos analistas, con el presidente de la compañía a la cabeza, decidieron convertirse durante diez días en sus propios conejillos de Indias. Gracias a dispositivos colocados en sus cuerpos y las oportunas aplicaciones, obtuvieron datos sobre sus niveles de estrés a lo largo de la jornada y pudieron hacer dos grupos según las formas de reaccionar.

Empresas como la citada consideran que los empleadores pueden monitorizar a sus trabajadores mucho mejor que antes y seguir, por ejemplo, en tiempo real los pasos de los repartidores o averiguar qué portales de internet visitan sus empleados. La forma más eficaz de conseguir que los trabajadores acepten ser sometidos a constante observación es convencerles de que se hace por su bien y premiarlos, como hace ya la petrolera BP, si cumplen determinados objetivos.

Pero, como señala la autora del reportaje, lo que se persigue sobre todo es aumentar la seguridad, aunque también la productividad del trabajador. Sobre todo esta última, sospecha uno.

Kronos, empresa dedicada a la "gestión de la fuerza de trabajo" que tiene entre sus clientes a Apple, Starbucks o Ikea, obtiene ingresos anuales de más de 1.000 millones de dólares con la venta de dispositivos de ese tipo que permiten, por ejemplo, medir el ritmo cardíaco, el estrés o la fatiga de los empleados en cada momento de la jornada laboral.

Chris Brauer, profesor de la Universidad de Londres, pronostica un futuro en el que los jefes de las empresas dispondrán de pantallas en las que se reflejarán los datos biométricos de los empleados. Ahora bien, al margen de la fiabilidad de los datos, ¿aceptarán los trabajadores de buen grado someterse a ese tipo de observación tan humillante? Algunos pueden verse tentados por las recompensas que se les ofrezcan si llevan un tipo de vida saludable, siempre desde el punto de vista de la empresa, pero otros rechazarán lógicamente lo que considerarán una intrusión intolerable en su privacidad.

La auditora PwC preguntó recientemente a dos mil personas si estarían dispuestas a aceptar que la empresa les colocara un dispositivo de ese tipo, y un 40% respondió afirmativamente, porcentaje que subió hasta más de la mitad cuando se les dijo que se trataba sobre todo de aumentar su bienestar en el trabajo. ¿No parece increíble?

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