Eduardo Leira, autor de uno de los planes urbanos de nunca jamás y marido de la alcaldesa de Madrid, echaba humo cuando el tono de voz subía en defensa de la permanencia de Baterías de Coque. La planta era para muchos, él incluido, un estorbo tercermundista en los proyectos de crecimiento de la ciudad. Vendía, además, la idea alucinante de que cada asturiano aspiraba a una segunda o tercera vivienda en las márgenes de la ría. Afortunadamente, por lo que hubiera supuesto el inmenso hongo inmobiliario, no tuvimos siquiera la posibilidad de poder comprobarlo. Del mismo modo que Avilés tampoco alcanzó los 200.000 habitantes que presagiaba el famoso "plan Mesones". ¿Era el plan Mesones, verdad?
Los proyectos urbanísticos locales se han movido, por lo general, en torno a la cuadratura del círculo. La alcaldesa Mariví Monteserín sabe perfectamente de lo que hablo. Eduardo Leira, por ejemplo, acabó vendiendo su descabellado plan en China, según pude leer más tarde.
Casi siempre, frente a cualquier revolución urbanística, emergían las chimeneas de Baterías de Coque lanzando avisos y desesperando al supuesto progreso. Ahora que el futuro de la planta vuelve a estar en el aire, los socialistas han optado, al contrario de lo que sucedía en los tiempos de Leira, por respirar humo en vez de Chanel. Los vientos soplan también de manera muy diferente. "Ni pisos, ni campos de golf, ni nada. El suelo de Baterías de Coque, en el caso que se desmonten, será industrial", ha recalcado el concejal de Urbanismo.
Está bien -por lo menos contribuye al entretenimiento- que ya que los principales asuntos que afectan a la ciudad se solapan los mismos unos a otros, como si viviéramos en el día de la marmota, muden los criterios de los gobernantes de esta manera. Esto enriquece el debate hasta el punto que, aunque nadie pueda negar que se repite como la cebolla, parece diferente.
